Durante sus últimos años, mientras repartía un papel tras otro, Marlon Brando se acercó peligrosamente a una caricatura de sí mismo. Pero ahora, cuando celebramos los cien años de su nacimiento, la imagen del actor se beneficia de la distancia que el tiempo le permite adquirir su verdadera estatura: la de un gigante del cine.
Nacido en Omaha (Nebraska) en 1924 y fallecido en Los Ángeles 80 años después, Brando estudió interpretación con los maestros Erwin Piscator, Stella Adler y Lee Strasberg convirtiéndose en el modelo de esos actores del ‘método’ siempre al límite de la intensidad. Tras hacerse un nombre en el mundo del teatro, debutó en el cine con Hombres (1950), el primer capítulo de un ascenso meteórico que, menos de un año después, le convertiría en el actor más aclamado del mundo.
Tremendamente autocrítico, con un carácter tan tumultuoso como su vida amorosa (se casó tres veces y tuvo 11 hijos) y Siempre preocupado por las implicaciones políticas de su fama, Brando es el ejemplo perfecto de esas estrellas. más grande que la vida que conquistó Hollywood después de la Segunda Guerra Mundial y la caída del sistema de estudios. Para saber hasta dónde llega su legado, nada mejor que repasar estos 20 películas imprescindibles.
‘Un tranvía llamado deseo’ (Elia Kazan, 1951)
Después de haber estrenado en Broadway la obra de Tennesse Williams Brando se puso por segunda vez frente a la cámara para protagonizar su adaptación cinematográfica. Y el resultado fue su primera nominación al Oscar, además de un aumento astronómico en la venta de camisetas ajustadas en EE.UU.: puede Stanley Kowalski es un gran hijo de puta (cuando descubre, para su consternación, el blanca de Vivian Leigh pero también es una presencia magnética y primaria como pocas.
‘Julio César’ (JL Mankiewicz, 1953)
Pese a las dudas de Mankiewicz (que se había planteado fichar a Ingles Pablo Scofield Brando saltó del diálogo aullante de Williams al verso en blanco de Shakespeare para encarnar un Marco Antonio brutal y demagógico con la misma naturalidad que le había dado a Kowalski. Una vez más, se vio colmado de aplausos y obtuvo su tercera nominación al Oscar en tres años (la segunda había sido por ¡Viva Zapata! en 1952).
‘Salvaje’ (Laslo Benedek, 1953)
Antes Jinete facil, de Ángeles del Infierno y de Hijos de la Anarquía, Brando puso la primera piedra la figura del motociclista en la pantalla con esta película. Basada en hechos reales, y polémica por la violencia de algunas escenas, Salvaje Hizo lo mismo con la chaqueta de cuero y la gorra plana. Un tranvía… había hecho por las camisetas, además de regalar un duelo memorable entre el de Omaha y Lee Marvin.
‘La ley del silencio’ (Elia Kazan, 1954)
Es bien sabido que, con esta película, Kazán quiso justificar su papel de soplón durante los años de la ‘Caza de Brujas’. Pero, ahora que el macartismo y sus responsables son menos que polvo, la película sirve como prueba de las capacidades de un Brando que le dio el protagonismo a Frank Sinatra, Gracias a esto, entrega algunas de las escenas más poderosas de su carrera. ¿El resultado? Su primera victoria en los Oscar.
‘Ellos y ellas’ (JL Mankiewicz, 1955)
Convertido ya en un monstruo sagrado a los 31 años, ¿qué le faltaba a Brando para confirmar su primacía? Estrella en un musical. Y no uno cualquiera, fíjate: en su segunda película dirigida por Mankiewicz, el actor tuvo la oportunidad de chocar con Sinatra, a quien trolleó profusamente durante el rodaje. Chismes aparte, la película demostró que el actor cantaba y bailaba muy decentemente, aunque él mismo reconoció que esas no eran sus especialidades.
‘El rostro impenetrable’ (Marlon Brando, 1961)
¿Alguien se imagina a Brando trabajando con ¿Stanley Kubrick? Pues eso estaba a punto de suceder: estaba a punto de llegar a la pantalla este western firmado por el autor de Caminos de gloria y con Sam Peckinpah (otro individuo tranquilo…) actuando como guionista. Sin embargo, Brando despidió a Peckinpah, mientras que Kubrick huyó dos semanas antes de que comenzara el rodaje, lo que le dio al actor el valor para ponerse detrás de la cámara por primera y última vez.
‘Motín en el barco’ (Lewis Milestone, Carol Reed, George Seaton, 1962)
David Lean Lo quería como protagonista de Lawrence de Arabia, pero Brando prefirió fichar por esta superproducción del MGM: Cuando viajaba, prefería ir a Tahití que al desierto. Aunque el rodaje fue apocalíptico gracias a sus rabietas, allí conoció Tarita Teriipaia (su tercera esposa) y quedó fascinado con la Polinesia hasta el punto de comprar el atolón de Tetiaroa, su retiro lejos de Hollywood, en 1966.
‘Dos seductores’ (Ralph Levy, 1964)
Aunque parezca difícil de creer, Marlon Brando también sabía hacer comedia: aquí, sin ir más lejos, lo vemos ejerciendo de gigoló y estafador en dura competencia con un David Niven Tan descarado como él, pero mucho más aristocrático. La película sigue siendo un pequeño clásico revisado en dos remakes: la hilarante Un par de seductores (con Steve Martín y Michael Caine) y estafadores compulsivos, protagonizada Anne Hathaway y Wilson rebelde.
‘La manada humana’ (Arthur Penn, 1966)
Con la industria en crisis y el Nuevo Hollywood llamando a la puerta, Brando tuvo que afrontar su transición hacia la madurez, y esta película fue la mejor prueba de esa etapa. No sólo porque fue dirigida por el futuro autor de Bonnie y Clyde, sino también porque algunos jóvenes llamaron Jane Fonda, Robert Duvall y sobre todo, Robert Redford: El relevo generacional estaba a la vuelta de la esquina.
‘La condesa de Hong Kong’ (Charles Chaplin, 1967)
«El hombre más cruel que he conocido» y «un tirano y un tacaño» fueron algunos de los juicios que emitió Brando tras haber trabajado con Chaplin en la que habría sido la última película del autor. Tiempos modernos. La película, una comedia romántica coprotagonizada por Marlon y Sophia Loren, Tuvo malas críticas y mala taquilla, pero el éxito de su banda sonora (compuesta por el director) ayudó a cubrir costes.
‘Reflejos en un ojo dorado’ (John Huston, 1967)
Aunque no se consideraba bisexual, Brando admitió abiertamente haber tenido relaciones (y en ocasiones romances) con otros hombres. Quizás esa faceta de su vida le ayudó a filmar esta feroz historia de cornudos y deseo reprimido que protagoniza junto a Elizabeth Taylor: tanto él como la actriz querían tener Montgomery Clift como socio en el rodaje, pero el actor (una plaga para las productoras por sus adicciones y homosexualidad) falleció antes de empezar la producción.
‘Queimada’ (Gillo Pontecorvo, 1969)
Mientras Hollywood empezaba a llamarlo veneno de taquilla, Brando se negó a aparecer en dos hombres y un destino trabajar con el director de La batalla de Argel en esta película sobre el colonialismo. Algo de lo que no se arrepiente, y con razón: Queimada no sólo ha permanecido como una de sus mejores obras, gracias en parte a lo bien que se llevaba con Pontecorvo, pero también incluye una majestuosa banda sonora de Ennio Morricone.
‘El Padrino’ (Francis Ford Coppola, 1971)
¿Qué podemos decir de Marlon Brando en esta película que no se haya contado ya? Que Coppola y Mario Puzo ¿Lucharon duro para tenerlo en el elenco? que tu interpretación de Don Vito Corleone ¿Fue un hito histórico? Que no se molestó en recogerle el Oscar y envió al activista en su lugar. ¿Sacheen Pequeña Pluma? Será mejor que nos quedemos con ese. concurso ‘calvo’ que lo enfrentó a Robert Duvall y James Caan durante el rodaje, y acabó ganando por goleada.
‘El último tango en París’ (Bernardo Bertolucci, 1972)
Tanto Marlon Brando como María Schneider (estos últimos, con mucha más razón) declararon haberse sentido explotados por Bertolucci durante el rodaje de este drama erótico, escandaloso y censurado en todo el mundo, por el que el actor recibiría su penúltima nominación a los Oscar. Ahora bien: mientras Schneider describía al italiano como «un mafioso y un proxeneta», Brando lo consideraba uno de los mejores cineastas con los que había trabajado.
‘Supermán’ (Richard Donner, 1978)
La primera (¿y mejor?) superproducción de superhéroes tuvo a Mario Puzo, el autor de El Padrino, y Esa fue una de las razones por las que Brando aceptó interpretar al padre alienígena de Cristóbal Reeve. Los otros eran los 3,7 millones de dólares, más el 11% de los beneficios de la película, prometido como salario. El actor, a quien todo esto le traía sin cuidado, no sólo consiguió trabajar lo menos posible, sino que acabó ante los tribunales exigiendo más dinero.
‘Apocalipsis ahora’ (Francis Ford Coppola, 1979)
«¡El horror! ¡El horror!» Un Coppola ya angustiado debió exclamar cuando vio a Brando aparecer en la jungla filipina en un trozo, bien afeitado y sin saber las líneas. Sin embargo, el actor desató aquí uno de los últimos chispazos de su magia, interpretando (entre enfado y enfado con aquel Dennis Hopper el que tanto odié) aún Coronel Kurtz quien personificó la irracionalidad de la guerra sin necesidad de alzar la voz.
‘Una estación blanca y árida’ (Euzhan Palcy, 1989)
Un tanto olvidado hoy, este drama sobre el apartheid con Donald Sutherland como protagonista tenía a Brando en un papel secundario. Y por eso ha pasado a la historia, ya que dicho papel (el de un abogado que se enfrenta al gobierno sudafricano) le valió al actor su última nominación al Oscar. El resto de su carrera, como veremos a continuación, no se prestó mucho a los premios.
‘El novato’ (Andrew Bergman, 1990)
Quienes consideraban quemado a Brando lo tuvieron fácil para reafirmar esa teoría luego de ver esta comedia en la que el actor cometió un sacrilegio inimaginable: parodiar su propio papel en El Padrino frente a un estudiante de cine interpretado por Mateo Broderick. Para colmo, Marlon criticó la película… hasta que los productores acordaron pagarle un millón de dólares extra para que cambiara de opinión.
‘Los valientes’ (Johnny Depp, 1997)
Después de haber trabajado con un Depp todavía joven y genial en don juan de marco (1994), Brando aceptó protagonizar el debut como director de su socio, un drama sórdido y surrealista sobre la explotación de los nativos americanos. Aunque el resultado rebosa autocomplacencia del «autor», es más digno que el infumable Cristóbal Colón: El descubrimiento y eso La isla del Dr. Moreau cuyo catastrófico rodaje le costó la carrera al director Ricardo Stanley.
‘La partitura’ (Frank Oz, 2001)
Nos encantaría decir que el último largometraje de Marlon Brando marcó un cambio en ese declive que, acentuado por el suicidio de su hija Cheyenne en 1995, lo atrapó durante sus últimos años. No en vano sus compañeros de reparto fueron Robert de Niro y un Eduardo Norton en plena boga. Pero nada más lejos de la realidad: el actor fue a matar al director (al que apodó «Señorita cerdita») y la película resultó ser un thriller bastante mediocre.
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