Como cada vez vivimos más años, el reto está en llegar con buena salud. Para ello, la receta es siempre la misma: alimentación sana, ejercicio físico, dormir… Pero hay diferentes caminos para conseguirlo. Es como quien va a un sitio: unos prefieren la autopista, otros las nacionales, otros las pistas de tierra… El problema está en que muchas veces no conocemos esas vías alternativas para llegar a nuestro destino.
Algo así nos pasa con las mitocondrias, que son estructuras pequeñas que producen energía en casi todas nuestras células, «Son imprescindibles, la parte más importante de ellas», señala el fisioterapeuta y máster en Psiconeuroinmunología Clínica Antonio Valenzuela. Sin embargo, la mayoría de nosotros ni las conocemos ni las tratamos bien. Y es curioso porque, como dice el experto, «las mitocondrias nos suenan raro, pero el metabolismo nos suena a todos». Pues ellas forman una parte esencial de él. Si las tratamos bien, nuestro cuerpo será esa máquina perfecta que nos lleve a una vejez saludable. Y hacerlo no es tan complicado. He aquí cinco gestos para cuidar de ellas.
Mantenerse saludable incluye actividad física, «que no ejercicio», explica Valenzuela. Es decir, para que tus mitocondrias vayan como la seda y tú también no hace falta que te conviertas en un atleta. «Se trata de mantenerse activo a lo largo de la jornada. Es más importante eso que hacer deporte una hora y pasar el resto del día sentado». El experto propone que sustituyamos los ‘snacks’ de comida que nos ponemos en los ratos de ocio (aceitunas, patatas, gominolas…) por lo que llama «snacks de movimiento: levántate cada hora, haz unos saltos, o unas sentadillas o bicicleta estática… ¡Con un minuto es suficiente!».
La comida ultraprocesada no es el combustible que necesita nuestro cuerpo. Es la gasolina que alimenta el incendio que devora nuestra salud. «Hay que comer como nuestros abuelos… o mejor dicho, como nuestros bisabuelos: comida real, de calidad y evitando sobrealimentarnos porque esto satura las mitocondrias», detalla Valenzuela. Según su planteamiento, hay que ingerir de todo: verduras, pescado, carnes, frutos secos… «Y beber agua, al menos dos litros al día. Uno de los primeros síntomas de que estamos deshidratados es el cansancio», señala en su libro ‘Activa las mitocondrias. El secreto para una vida más longeva’.
Otro asunto que tenemos que poner en práctica es el ayuno. Según el experto, se trataría de pasar al menos 12 horas sin probar bocado y lo ideal sería que lo hiciéramos en nuestro descanso nocturno. «Nuestra genética está programada para ello», señala. «Podemos retrasar un poco el desayuno para conseguirlo».
Una dieta equilibrada debería proporcionarnos todo lo que necesitamos, pero hay un nutriente que tenemos que cuidar: debemos mantener nuestros niveles de magnesio adecuados.
– ¿Con suplementos?
– O tomando alimentos ricos en él. Aunque para eso hay que asegurar que son de calidad y muchas veces no son fáciles de conseguir porque la agricultura intensiva y el suelo empobrecido influyen negativamente.
Esta molécula está presente en «verduras de hoja verde como las espinacas, el kale, las acelgas, el brócoli…», el cacao puro, frutas «como aguacates, frambuesas, plátanos…», frutos secos y alimentos del mar. . Por cierto, ojo con el estrés, que es un vampiro del magnesio.
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Baños de sol… y de frío
Pasar horas bajo el sol no es buena idea, pero darse pequeños baños diarios les encantan a nuestras mitocondrias, sostiene Valenzuela. «No se trata de exponerse a él a las tres de la tarde en agosto», advierte, pero sí pasar unos minutos al amanecer o al atardecer. «Y podemos hacerlo desde casa, con la ventana abierta, eso sí, no detrás del cristal».
También conviene darse baños de frío. «Nuestras mitocondrias elevan nuestro metabolismo y producen calor». Para estimularlas, hay que huir «del sedentarismo térmico en el que afortunadamente vivimos». No se trata de apagar la calefacción y pasar frío durante horas, «basta con, por ejemplo, salir a la calle y esperar un poco a sentirlo antes de ponerse el abrigo».
Lo hacemos de continuo, pero le prestamos poca atención, sugiere Valenzuela. Es hora de empezar a respirar bien: «Por la nariz y no por la boca porque la oxigenación es mayor y más completa». También conviene hacerlo de forma «profunda y usando el diafragma». «Según un estudio de la Universidad de Stanford, con tan sólo cinco minutos al día de práctica de esta técnica ya se obtienen beneficios para la salud», señala en el libro, donde despliega toda su teoría,