Después de 25 años de negociaciones, el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) parece inminente. Al parecer, este tratado nació con el objetivo de “habilitar un espacio común que genere oportunidades comerciales y de inversión, a través de la integración competitiva de las economías locales en el mercado internacional”.
En la práctica, esta aséptica declaración de intenciones se traducirá en un aumento de las importaciones agrícolas del Mercosur a la UE, y también de las exportaciones industriales desde la UE (coches, piezas de automóviles, maquinaria, productos químicos y farmacéuticos, textiles o calzado). ) hacia América Latina. Además, el acuerdo eliminará obstáculos a la entrada de empresas de servicios europeas en la contratación pública de esos países (telecomunicaciones, servicios financieros, transporte marítimo, comercio electrónico, movilidad de trabajadores…).
Aunque el texto también hace referencia a la cooperación y al diálogo político, en realidad las credenciales de este gran proyecto comercial son las mismas que nos han traído hasta aquí: liberalizar los mercados locales para globalizar beneficios, destruyendo proyectos, vidas, sociedades. y ecosistemas.
Lo más llamativo es que este proyecto se materializa ahora mismo, en plena emergencia climática global, en un momento de creciente proteccionismo comercial y, por supuesto, en clara contradicción con las políticas de decrecimiento que la ciencia y el sentido común recomiendan adoptar para garantizar nuestra viabilidad como sociedad.
En un mundo cada vez más turbulento climática y políticamente, el acuerdo comercial UE-Mercosur se vende como un acuerdo de gran importancia geoestratégica para el posicionamiento internacional de Europa en detrimento de China, especialmente si Trump refuerza su política proteccionista y abandona el papel de «guardián del «el patio trasero» que América Latina siempre ha sido para Estados Unidos.
Sin embargo, desde el punto de vista de la justicia social y climática, el acuerdo resuena como un anacronismo, como el “canto del cisne” de un sistema económico neoliberal que, en su vuelo hacia adelante, ya ha topado con los límites del planeta y con sus propios incapacidad para garantizar un futuro mínimamente esperanzador, ni a aquellos de nosotros que vivimos en la otrora próspera Europa, ni -por supuesto- a aquellos que vivimos en el empobrecido y a menudo castigado Sur global.
El acuerdo UE-Mercosur perjudica gravemente a las economías locales -las de allá y las de aquí- y agravará aún más la crisis climática, si es posible
Sobre el papel, todo son beneficios para el empleo y el crecimiento. Pero no nos engañemos: el acuerdo UE-Mercosur perjudica gravemente a las economías locales -las de allá y las de aquí- y agravará aún más la crisis climática, si eso es posible. El tratado es más de lo mismo: liberalizar primero para saquear después. Con los acuerdos de libre comercio, el capital gana y los trabajadores, los pueblos indígenas, las generaciones futuras y el planeta en su conjunto pierden.
No hace falta decir que este tratado también empobrecerá a España. Viendo los efectos de acuerdos anteriores, la primera consecuencia será un aumento paulatino de los precios de la cesta de la compra, porque el ahorro de 4.000 millones de euros en aranceles que supone el acuerdo no beneficiará a quienes producen los alimentos, sino a las multinacionales dedicadas a intermediar y especular con ellos a nivel global. Cuanto más poder monopolizan estas multinacionales, más impunidad tienen para dictar los precios de lo que comemos. Si queremos una cesta de la compra asequible, tenemos que trabajar para que sea sostenible y además producida localmente. Porque la dependencia económica, el empobrecimiento y la crisis climática van de la mano, y el comercio global a gran escala no sólo está quemando el planeta, sino que también nos está empobreciendo.
Y ya sabemos que la liberalización de los mercados tiene consecuencias devastadoras para la salud (más contaminación) y el medio ambiente (deforestación, cambio climático), pero también es un hecho que contribuye decisivamente al deterioro de los derechos humanos de las poblaciones locales (pobreza, desigualdad, precariedad laboral). …). La sociedad civil y organismos de investigación económica llevan tiempo alertando sobre estos efectos, que mantienen en vilo al sector primario español y europeo, ante la amenaza de competencia desleal que supone para la agricultura sostenible la entrada en el mercado de productos con menores costes de producción. Controles de producción y calidad más laxos.
Ante esta situación, las protestas en el sector agrícola ya han comenzado en Francia y amenazan con extenderse a España y otros países europeos. Pese a ello, PSOE y PP se han mostrado favorables al acuerdo, destacando sus beneficios para las exportaciones y minimizando los daños a la agricultura.
Exigimos proteger la seguridad alimentaria y los derechos sociales, laborales, ambientales y de los animales, en ambos lados del océano.
Esa no es nuestra posición, por supuesto: frente a posiciones que priorizan la rentabilidad por encima de todo, los Verdes, tanto en España como en Europa, exigen proteger la seguridad alimentaria y los derechos sociales, laborales, medioambientales y de los animales, en ambos lados del el océano.
Sin duda, urge establecer mecanismos de cooperación justos y sostenibles entre Europa y América Latina que garanticen la prosperidad de ambas economías y pongan a las personas y al planeta en primer lugar. Pero, si queremos un nuevo marco de cooperación que garantice relaciones justas entre regiones, esa relación no puede basarse en un intercambio económico y ecológico desigual. La cooperación con los países del Mercosur es fundamental para asegurar la prosperidad compartida, pero en ningún caso puede basarse en dañar y poner en peligro los medios de vida de los territorios que la integran.
Por lo tanto, desde Verdes Equo No sólo rechazamos el acuerdo UE-Mercosur, sino que pedimos al Gobierno de España que paralice su entrada en vigor. Necesitamos un sistema económico que nos lleve hacia un futuro mejor, no hacia el abismo.
Mar González y José Ramón Becerra, coportavoces de Verdes Equo