Se sabe desde hace décadas que la salud no puede separarse de las condiciones económicas o ambientales de una sociedad. Este miércoles se publica un estudio con estimaciones sobre los beneficios de sustituir el consumo de carnes rojas por pescados pequeños como sardinas, arenques o anchoas. El cambio podría evitar 750.000 muertes prematuras en 2050 causadas por enfermedades como el ictus o el cáncer de colon, especialmente en los países menos desarrollados, y reducir el deterioro de la calidad de vida provocado por estas enfermedades.
Además de ser mejores para la salud, este tipo de peces son los animales con menor impacto ambiental en relación a su valor nutricional. Su precio es clave en países con menores ingresos, donde hay un gran aumento de enfermedades provocadas por la mala alimentación, particularmente enfermedades cardiovasculares. A diferencia de las carnes rojas, los arenques o las anchoas son ricos en ácidos grasos poliinsaturados que, mediante un consumo moderado de pescado, ayudan a reducir el riesgo de sufrir problemas cardíacos.
El estudio publicado en la revista BMJ Salud Global, dirigido por Shujuan Xia, del Instituto Nacional de Estudios Ambientales de Japón, estima que este tipo de pescado sólo podría sustituir, porque ya no hay disponible, alrededor del 8% de la carne roja que se consume en el mundo. Sin embargo, este aumento serviría para acercar la cantidad de pescado consumido a nivel mundial a los niveles recomendados. Los autores estiman que esta sustitución evitaría entre medio millón y 750.000 muertes prematuras y entre 8 y 15 millones de años de discapacidad acumulada, especialmente en países con menores ingresos. «El pescado forrajero como alternativa a la carne roja podría duplicar (o más) el número de muertes que podrían evitarse simplemente reduciendo el consumo de carne roja», afirman los investigadores.
Este tipo de pesca supone el 30% de las capturas mundiales, sin embargo, sólo una cuarta parte se dedica al consumo humano. El resto, incluido buena parte del pescado capturado en países con problemas para alimentar a su población, se engorda en piscifactorías como el salmón o la trucha, que luego se venden a consumidores con mayor poder adquisitivo. El artículo de Xia y sus colegas advierte que este uso de pescado forrajero “es ineficiente porque se retienen menos nutrientes”. «Por ejemplo, menos del 50% (de los ácidos grasos del pescado consumido) se mantienen en el salmón escocés de piscifactoría», escriben. Según otro estudio, publicado en Comida de la naturalezauna pequeña fracción del pescado que llega a los países del África subsahariana, menos del 20% del total, serviría para cubrir las necesidades nutricionales de los niños menores de cinco años de la región.
Los autores del análisis han llegado a sus conclusiones proponiendo cuatro escenarios diferentes sobre la distribución global del pescado en 137 países. Se priorizó el uso del pescado capturado en cada país para el consumo nacional y en sustitución del consumo de carnes rojas. El segundo propone priorizar el consumo adecuado de pescado y el acceso a este alimento en países con un nivel de consumo inferior a 40 kilocalorías diarias. Un tercer escenario propone que se reemplace la misma cantidad de carne roja en todos los países, y un cuarto determinado por la disponibilidad de pescado forrajero. De todas estas opciones, la primera era la que menos muertes evitaría y la tercera la que más, aunque es probable que esa distribución de peces fuera más sencilla en un modelo que en la realidad.
Jesús Francisco García-Gavilán, investigador del CIBERobn y profesor asociado de la Universidad Rovira i Virgili, afirmó en declaraciones a la plataforma informativa SMC España que “la aplicación de políticas alimentarias a nivel nacional que favorecieran el consumo de pescado no sólo produciría una mejora de la salud de la población española, pero también reduciría el gasto sanitario y promovería el seguimiento de la dieta mediterránea y la dieta atlántica, dos patrones dietéticos en peligro de extinción a pesar de ser reconocidos mundialmente como eficaces en la prevención de patologías.» Adrián Carballo , investigador del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), señala que la principal limitación del trabajo es que no permite «determinar si los beneficios teóricos de sustituir la carne roja por pescado pequeño en un país determinado podrían aplicarse a un persona específica.” de ese mismo país”, en una opinión recogida por el mismo portal.
Como se trata de una predicción a treinta años, existen muchas incertidumbres. Uno de ellos es el impacto del cambio climático en el tamaño de las capturas de peces. Aunque los autores reconocen que no han considerado este factor, análisis previos estiman que las cantidades de peces forrajeros variarán en menos del 3%. Para apoyar la producción sostenible de este tipo de pesquería, los autores proponen adoptar estrategias como trasladar los sitios de pesca a áreas más favorables si las circunstancias cambian con el calentamiento global.
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