Antes del lío de David Broncano con RTVE todo el mundo ya sabía quién es David Broncano. Estas cosas pasan cuando hay talento y televisión de por medio. El escandaloso asunto de la subasta tiene desenlace. Pero el tema pinta mal. Que tienesLa gracia es el humor de Broncano, más allá del despropósito de decenas de millones para un profesional que dejó su huella con una pregunta impertinente a los invitados de La resistencia: «¿Cuánto dinero tienes en el banco?». Casi nadie le ha respondido. Ni siquiera le han dicho la verdad. Ahora sabemos por los periódicos cuánto cuesta la broma del fichaje de Broncano. Y parte de ese capital, como no podía ser de otra manera, irá a parar a su banco si cierran la operación. Estamos todos en paz.
Broncano tiene una peculiar habilidad para hacer humor con la entrevista sin caer nunca en la trampa del canon. Es un mérito notable. La fama le llegó poco a poco y de repente, trabajando. El humor que ofrece no es el de una risa contagiosa, sino más bien el de una conversación que se sale de control. Sospecho que los guiones marcarán la pauta, pero a él le gusta insistir en los grandes temas: el dinero (ya lo he dicho), los sueños, los miedos, los cortes de pelo, las vacaciones, los rumores, la apariencia física. .. Equipos simples que no llevan a ninguna parte. Momentos estelares e inútiles de la humanidad.. Y esa gracia lo logra.
Nació en Santiago de Compostela un día y medio después de finales de 1984, aunque pasó su infancia en Órcera (Jaén). Le pasa a mucha gente. Se destaca en la radio con Vida moderna y luego se dedica a sí mismo. El humor es una industria generosa. Lo suyo es un costumbrismo vanguardista, nada exigente pero con ocurrencias cordiales y algunos detalles escabrosos. España tiene una abundante tradición de gente que sabe hacer reír. Y eso es formidable. De las entrevistas de David Broncano nunca ha salido ninguna exclusiva, ni siquiera un titular de suave profundidad., pero ha desatado unas risas que valen la pena todo junto. Si Broncano te llama, tu mercancía se vende un poquito mejor. No todo el mundo hace eso. En televisión ha inaugurado el momento de la risa de una forma diferente.
Los cómicos de izquierdas de los años del franquismo y la primera ola de la Transición se especializaron en superar la represión -Tip y Coll, Gila o los dibujantes Chumy Chúmez, Manolo Summers, Forges, Perich, Ops, Enrique Herreros, Romeu…- . Los profesionales de la materia en este siglo XXI tienen otras hazañas: resistir la guadaña de corrección sulfúrica de algunos grupos, desafiar el puritanismo ideológico que censura en todas direcciones, rechazar la cancelación, molestar a tiempo completo a los ofendidos… Ya no tienen que vestirse de mujer, ni fingir ser desgarbadas, ni comportarse como una mariquita, ni hablar en andaluz.. Tiene razón Javier Rodríguez Marcos cuando señala en un artículo de El país sobre Broncano como antiescuela del humor: «Ídolo de la nueva televisión hasta que Bertín Osbone lo llevó a su programa, su estilo consiste en explotar la heterodoxia: revelar lo que tiene preparado (y lo que no) de cada invitado, promocionando’ «A la cara de un perro» lo que estos han ido a promocionar». Es así.
Broncano consigue que en las entrevistas de La resistencia Todo se filtra por las costuras. Que se vea el escenario. O, mejor aún, la entrevista es lo que ocurre en la cocina de la entrevista. Porque a veces no hay nada más que lo que no está. Se traspasa la ley seca de las conversaciones de traición para dar paso a una actuación corrosiva y feliz, exótica, chispeante, efervescente, fallida. Porque algunas van mal, muy mal, y el interés está en ver de una vez la obra en desorden, la pieza que rompe el techo. Se comporta así, como cualquiera puede comprobar si mira a su alrededor. Un gesto audaz, porque Broncano no quiere ser El Loco de la Colina. Iñaki Gabilondo tampoco. Ni Rosa Montero ni José Miguel Ullán. Excelentes entrevistadores en sus formatos. Lo suyo es dar espectáculo para no acuñar una típica entrevista. A veces es hilarante. Por eso nunca se utiliza con saña en la pregunta, ni siquiera con excesiva curiosidad. Va a juicio. Y, si acaso, convierte la impertinencia en un pequeño motor de explosión para acabar hundiéndose por el barranco con la víctima. No hablo de periodismo, claro, sino de unas pamemas curiosas y divertidas.. El periodismo no lo es porque nadie se lo espera.
Broncano es el mejor en algo en lo que no tiene competencia. Parece fácil, pero sin competidores también hay posibilidades de ser el peor. Lo que hace que un comediante sea menos divertido, me parece, es esperar en medio de una tananza política., donde se confunde espontaneidad con estrategia de trinchera. Es una pena. Ese riesgo es innecesario. Porque la parodia, el sarcasmo y el humor sirven para distanciarse, no para convertirse en rehén. Eso lleva al mal humor. Veamos qué pasa ahora.