Ciudades y pueblos de toda España tienen Contenedores en los que guardar la ropa usada para darle una segunda vida.ya sea mediante donación a países en desarrollo o vendiéndola como ropa usada. Sin embargo, siempre ha habido dudas sobre dónde acaba esta ropa. Debido a esto, Greenpeace inició una investigación con rastreadores de ubicación como los AirTags.
Y por supuesto, ha habido sorpresas y no precisamente agradables. La organización ha podido confirmar que existe Una turbia red de circulación de residuos textiles. y en el que ayuntamientos y demás autoridades públicas competentes se estarían despojando de su responsabilidad en esta materia. Entonces, ¿dónde acaba nuestra ropa usada?
Donamos mucha ropa, pero apenas se reutiliza
Para poner un contexto, podemos observar las conclusiones extraídas de un estudio reciente de la EEA (Agencia Europea de Medio Ambiente). Analiza datos de 2020 sobre donaciones de ropa en toda la Unión Europea. El primer hecho relevante es que Se generaron 6,95 millones de toneladas de residuos textileslo que equivaldría a unos 16 kilogramos por persona al año.
Esta cifra supone un contraste importante con lo que veíamos a principios de siglo, ya que en el año 2000 apenas se generaron 550.000 toneladas de residuos textiles. En dos décadas los datos se han triplicado.
En lo que a España se refiere, superamos la media de residuos textiles de otros países de la UE. Llegamos a unos 20 kilogramos por persona al año, aunque aparece un primer dato preocupante: sólo se recogen 2,1 kilogramos por persona para darle una segunda vida. Esto significa que Sólo se recupera el 4% de la ropa que metemos en contenedores.
Los rastreadores tipo AirTag descubren un importante problema estructural
Greenpeace ha ido un paso más allá y ha querido saber dónde acaba realmente la ropa, cuánto tiempo tarda en llegar a ese destino y si luego se le da una segunda vida o no. Para esto Monitorearon 29 prendas que se donan en contenedores en la vía pública o en tiendas como Mango y Zara. Todos ellos con accesorios como el AirTag y similares.
El caso es que de esas treinta prendas rastreadas, sólo uno llegó a un destino donde se le dio una segunda vida. Fue en Rumanía, donde acabó siendo adquirido por una tienda de segunda mano que probablemente acabaría poniéndolo a la venta al público.
Luego, aproximadamente la mitad del resto de la ropa se quedó en España. Se observó que algunos de ellos sí se desplazaron una o varias veces por nuestro territorio, pero sin rumbo fijo y sin terminar finalmente siendo donados a alguna asociación o tienda de segunda mano. No cumplieron con darles una segunda vida.
Y para colmo, la ropa que llega a su destino está en mal estado.
Del resto de prendas rastreadas, Greenpeace sabe que Recorrieron miles de kilómetros pasando por países sudamericanos como Chile, países africanos como Marruecos, Togo o Egipto y también en Asia llegando a Pakistán o India. Sin embargo, no tienen certeza de que finalmente acaben teniendo una segunda vida en manos de otros propietarios.
Por todo ello, la ONG denuncia una circuito irregular en la gestión de residuos textiles. La recogida selectiva de residuos es algo que corresponde a los ayuntamientos, pero Greenpeace sospecha que están eludiendo esa responsabilidad en el caso de los residuos textiles.
Asimismo, también destacan la poca o nula utilidad que representa la donación de ropa, siendo un tirón de orejas para los donantes individuales. Según su investigación, hasta el 40% de la ropa usada que se recibe en países como Kenia está clasificada como de «muy mala calidad».
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