Cataluña no quiere que sus universidades estén en manos de empresas que reparten beneficios. “En principio no permitimos la entrada de fondos de inversión. Si hay una propuesta les decimos que vamos a ser extremadamente rigurosos”, reconoce abiertamente su directora general de Universidades, Victoria Girona. Recuerda la visita de un asesor de los fondos: “Le dije: ‘Mira, aquí no te vamos a aceptar’, le expliqué toda la política que tenemos. Y añadió: ‘Cataluña es difícil’. Y respondí: ‘Sí, porque mantenemos mucha calidad en nuestro sistema’. El 17,4% de sus alumnos presenciales de grado lo hacen en un centro privado y el 16,4% de sus alumnos de máster. A ellos se suman los 74.000 que estudian a distancia desde cualquier lugar en la Universitat Oberta de Catalunya, con precios públicos y gestión privada.
¿Por qué Cataluña, el gran referente nacional, rehuye abrir universidades privadas mientras el resto de España es pasto para los negocios? El Gobierno de Castilla-La Mancha también se mantiene firme en su rechazo a la pura empresa, mientras Asturias asegura que será exigente en los trámites con la Universidad Europea, que pretende convertirse en su primera universidad privada; en paralelo a que las otras dos comunidades que no habían sucumbido, lo harán próximamente: Extremadura con cuatro campus y Baleares con uno.
De las cinco privadas, dos (Oberta de Cataluña y Vic) son semipúblicas y reciben financiación de la Generalitat, y las otras tres son fundaciones sin ánimo de lucro que tienen que reinvertir sus beneficios en su institución: la Universidad Internacional de Cataluña, cerca del Opus Dei Abat Oliba CEU, de la Asociación Católica de Propagandistas y de la Ramon Llull (que reúne a escuelas de prestigio como Esade o el Instituto Químico de Sarriá), de la que el Arzobispado de Cataluña es una parte. “Estas empresas privadas también tienen una calidad validada”, apunta Girona. Hace 21 años que no se abre ninguno, el último fue el Abat Oliba CEU en 2003, pero ya estaba adscrito como centro a Barcelona desde 1973.
«Cataluña tiene algo muy positivo que es el Consejo Interuniversitario de Cataluña, que se aprobó en 1978 por una cuestión de acceso, que asesora al Gobierno (autonómico) y coordina a las siete universidades públicas y cinco privadas», felicita Girona. «Por ley, la Generalitat es responsable de la programación y la calidad de todo el sistema y, por eso, analizamos cada propuesta, discutimos (con el consistorio) sobre la calidad de la formación y en 2019-2020 un código de buena conducta para centros adscritos (gestión privada), firmado por el Gobierno y el sistema universitario, lo que me sirve como punto de fortaleza cuando recibo una propuesta de un centro adscrito o de una universidad privada”. Todo está pactado con el Consejo Interuniversitario de Cataluña. Por ejemplo, todos coincidieron en que los centros privados no eliminarían el cribado de los alumnos del grado de Educación, que se hace todos los años, sino que se haría durante el primer curso de la carrera. grado.
Girona cita el trabajo “exhaustivo” de la agencia catalana de evaluación de la calidad, AQU. Las instituciones públicas catalanas (Barcelona, Autónoma de Barcelona, Politécnica de Cataluña, Pompeu Fabra, Lleida, Girona y Rovira i Virgili en Tarragona) son competitivas internacionalmente, pero están mal financiadas por la Generalitat, que pretende remediar esto (ellos pretende alcanzar el 1% del PIB en 2030 y duplicará la inversión en infraestructuras en 2025). Y tienen tarifas de personal docente en condiciones vergonzosamente precarias.
“El requisito es el mismo para el centro privado y público, el calendario es el mismo… Todo, todo es igual. Nuestro punto de vista como Gobierno es que el conocimiento no es un negocio, sino un derecho ciudadano”, continúa Girona. Y esta exigencia permanece latente en cualquier análisis. Cataluña lidera con Navarra el ranking de las mejores universidades públicas y privadas de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (FCyD): logra la máxima puntuación en 28 de los 36 indicadores.
El barcelonés Joan Subirats, exconseller de Universidades (2022-2023), recuerda cómo durante la redacción de la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario), “empresas privadas como Ramon, Llull, Comillas, Deusto, Mondragón… vino a pedirnos que el trabajo investigativo no se exigiera sólo para las investigaciones públicas por ley”. Y enumera campos en los que el sector privado es muy fuerte en Cataluña –en diseño (Elisava o BAU) o empresarial (Esade y IESE)–, pero destaca la “importante expansión que tienen las universidades públicas en el territorio” –las universidades de Lleida y Girona ya estaba bien establecida cuando se independizó de la Comunidad Autónoma de Barcelona, lo que dificulta que surjan más centros. “Y luego en la Pompeu Fabra, que tiene una estructura muy moderna y está en el Poblenou, la zona que se hizo para los Juegos Olímpicos, un tipo de gente encontró una alternativa que se podía canalizar hacia el sector privado”.
Aunque la educación concertada tiene fuerza en las ciudades de Cataluña (24,6% en etapas no universitarias, 11% en privadas), Subirats, catedrático emérito de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona, destaca el valor de la educación pública allí. “Existe una cierta tradición. Durante la Transición hubo un grupo de centros educativos privados que cuando llegó la democracia pidieron estar en el ámbito público y eso fue lo que ocurrió. Y lo mismo sucedió en la atención sanitaria”.
“Si hasta ahora la universidad ha sido un ascensor social es porque todo el sistema universitario ha garantizado que sus egresados tengan competencias que los hagan empleables en el mercado laboral, y eso es precisamente lo que también tiene que preservar el sistema público”, afirma la rectora de la Universitat Oberta de Catalunya, Àngels Fitó. Y en este aspecto, las encuestas a estudiantes muestran que perciben mejores expectativas si se matriculan en educación privada. “AQU realiza periódicamente encuestas de empleabilidad de los egresados y la misión de la universidad es integrar toda esta información cuando diseñamos nuestras estrategias de portafolio. Y, además, añadir otro tipo de competencias, que es lo que garantiza que tengamos perfiles de egresados empleables”. Este seguimiento es inusual, las autonomías suelen autorizar titulaciones sin tener en cuenta lo que sucederá después de esos titulados.
En Cataluña hay 8.900 matriculados en Medicina (el 12,3% en régimen privado), casi como en Madrid, pero en la capital el 45,6% estudia en carreras remuneradas (hasta 138.000 euros por carrera). El paradigma es muy diferente. Por ejemplo, hace dos años la Generalitat autorizó 600 plazas de enfermería, para solucionar la escasez de profesionales., todo en público. “La universidad debe ser accesible a todos los ciudadanos, de lo contrario no tendría sentido”, afirma Girona. Ahora Abat Oliva quiere ofrecer Enfermería y Medicina, y la Generalitat le exige tener garantizadas las plazas de prácticas durante seis años para no saturar hospitales y ambulatorios. Estas prácticas se han convertido en motivo de fricciones entre las universidades de Madrid (también entre las privadas), o la Comunidad Valenciana, donde en 2016 el Gobierno de izquierdas prohibió a las universidades privadas impartir docencia en hospitales públicos, pero el Tribunal Constitucional, en el Al mismo tiempo, que el PP recurrió, tumbó la medida en 2019. Diferentes maneras de concebir la universidad pública.