Ellas estaban muy agobiadas económicamente; son buenas personas
Carlos García Llata revela que vivieron angustiados por los gastos en la restauración de un monasterio en Orduña y que pasaban «las 24 horas del día» en el taller para elaborar sus dulces
Agobiadas por las deudas, con los proveedores exigiendo el pago de los préstamos y sin margen en los dulces que elaboraban, las monjas clarisas de Belorado Abrieron las puertas de su convento a Pablo de Rojas, el autoproclamado «obispo» preconciliar. El confesor de las monjas que se amotinaron en Belorado contra la Iglesia católica Carlos García Llata Sabía que las 16 monjas estaban «abrumadas» por sus deudas y todavía espera que reconsideren su decisión. «Son buena gente», dice muy entristecido uno de los sacerdotes que mejor conoce a las clarisas. Pero ha surgido un nuevo problema, las monjas clarisas de Vitoria-Gasteiz presentarán una demanda en los tribunales para exigir la nulidad de la compraventa del monasterio de Orduña por «incumplimiento» del contrato
García Llata, vicario general de la diócesis de Victoria, reconoció este jueves que soporta «con mucho dolor y sufrimiento» la polémica ruptura con la Iglesia católica de las 16 monjas de Belorado, aunque una de ellas ya abandonó el convento en el que permanecen el resto. García Llata fue uno de los religiosos que recibió la carta y declaración de una de las monjas la tarde del pasado domingo en la que anunciaban formalmente que abandonaban la obediencia a Roma situarse en la Iglesia preconciliar anterior a 1960. «He estado muy cerca, he acompañado el nacimiento del monasterio de Orduña«, afirmó el confesor de las monjas a los medios de comunicación en Vitoria.
Según su contacto directo como sacerdote que interactuaba regularmente con las monjas, servía como confesor y tenía una relación directa con la abadesa, la decisión de las Clarisas ‘rebeldes’ con Roma surgió de una grave situación económica. Las monjas de Belorado adquirieron el monasterio de Orduña a sus ‘hermanas’ de Vitoria y tras pagar 100.000€ Inicialmente acordaron pagar la cantidad de 1,2 millones a plazos. Incluso afrontaron obras importantes en Orduña como la reparación del tejado que tuvieron que subcontratar a una constructora.
Para hacer frente a estos importantes desembolsos, los famosos pasteleros intentaron obtener autorización para vender una propiedad en Derio (Vizcaya). El confesor de las monjas ha reconocido que esta posibilidad fue rechazada porque el precio de venta propuesto por las clarisas era muy bajo.
La situación económica de las 16 monjas que vivían entre Belorado -el grupo más numeroso- y Orduña era tan asfixiante que la Diócesis de Vitoria también prestó dinero a las monjas. La estrategia del obispo de Burgos Mario Iceta Retrasar la venta propuesta por la abadesa multiplicó la angustia de estas monjas.
«Estaban muy desbordados económicamente. Que haya aparecido un tercer interlocutor y que detrás haya grupos económicos importantes es posible. Todo parece ser así», reconoció García Llata. Y este «grupo económico» estaría liderado por el ‘obispo’ Pablo de Rojas aunque podría contar con inversores inmobiliarios interesados en edificios señoriales en atractivas localidades vascas como Orduña y Derio.
La gravedad de la crisis económica de las monjas se ha multiplicado desde la pandemia debido al aumento de chocolate premium, el que utilizaban las Clarisas de Belorado para abastecerse de productos gastronómicos de fama internacional. El grupo de monjas tuvo un ligero respiro cuando una importante compañía de seguros les hizo un pedido importante. Sin embargo, este contrato específico no alivió sus deudas estructurales.
«Pasaban 24 horas en el taller elaborando dulces para tener la posibilidad de subsistencia económica», dijo García Llata, testigo directo de los intentos de las monjas por sobrevivir aún a costa de enormes sacrificios personales.
«Esto perjudica a la Iglesia, todos llevamos la mochila pero nos anima la ilusión de ser fieles, leales, evangélicos. Que rompan la comunión de forma caricaturesca es causa de sufrimiento para todos», lamenta el confesor de las monjas que Espera que todo quede en un «mal sueño».