Desde que se supo que Donald Trump ganó la presidencia con el apoyo histórico de los latinos, las redes sociales se han inundado de demócratas culpando a los hispanos por la victoria del republicano. “Ojalá los deporten a todos”; “Son estúpidos”; o “Quizás Trump tenía razón: los latinos son basura”, son algunos de los insultos que se han publicado estos días contra la comunidad latina e inmigrante. Todos ignoran lo que el Partido Demócrata realmente necesita preguntarse: ¿por qué este bloque de votantes les ha dado la espalda? Es una cuestión compleja de abordar, pero la explicación radica en que un número creciente de latinos ya no se sienten representados por este partido y están cansados de las promesas incumplidas que dejaron los últimos gobiernos azules.
La realidad es que el apoyo latino a los demócratas ha ido disminuyendo desde 2012. En esa elección, el 71% de los hispanos votó por Barack Obama. Cuatro años después, el 66% lo hizo por Hillary Clinton. Y en 2020, la cifra bajó un punto con Joe Biden. Con Kamala Harris, el descenso ha sido aún más pronunciado, con un apoyo del 53%. Mientras tanto, Trump casi logra cerrar la ventaja demócrata con este electorado con el 45% del voto hispano, un 13% más que hace cuatro años.
El desencanto de los hispanos con los demócratas ha ido fermentando al ver cómo, en su opinión, el partido los ha ignorado fuera de los ciclos electorales y, además, no ha sabido abordar los temas que les importan. Aunque para estas elecciones el equipo de Harris sí desplegó una estrategia millonaria para llegar a los latinos -una fuerza de más de 36 millones de votantes- que incluía anuncios en español e incluso un grupo de WhatsApp, no valió mucho. El daño ya estaba hecho y Trump supo canalizarlo.
Todo se redujo a la economía. Para los latinos—como para el resto del país—el alto costo de la vida, la vivienda y la comida fue el factor que más influyó en su voto. Las encuestas lo predecían antes de las elecciones: la gran mayoría confiaba en que Trump haría un mejor trabajo en el tema económico que Kamala Harris. Y las encuestas a pie de urna lo confirmaron. “Los latinos nos dijeron que el rumbo del país era horrible. Los números estaban ahí”, dijo a NBC News el politólogo Eduardo Gamarra, experto en patrones de voto latino. Gamarra explicó a la cadena estadounidense que Estados Unidos tiene la mejor economía del mundo según cifras: “Lo que no nos damos cuenta es que la gente no consume esas cifras. La gente va al supermercado. Van a la bomba de gasolina. Van a comprar una casa. Y si algún grupo se ha visto afectado por la economía, ese ha sido el de los hispanos”.
Por lo tanto, de nada sirvió que la candidata reconociera la economía como la principal preocupación de los latinos y presentara un programa económico dirigido a ellos, bajo el cual prometió ayudarlos a financiar sus negocios y hogares. El tejido entre la comunidad y el partido ya se había roto después de varias campañas demócratas en las que el actual candidato les había prometido el sol y la luna para ganar su voto, pero luego poco se había materializado.
Aunque la tasa de pobreza hispana ha disminuido en los últimos años, las comunidades latinas siguen siendo las más pobres. Diez de las comunidades del país con mayor proporción de residentes latinos tienen una tasa de pobreza un 50% superior a la media nacional, según un análisis reciente de la consultora Axios. Y más de la mitad de los latinos están preocupados por cómo pagarán el alquiler o la hipoteca del próximo mes.
“Nada ha cambiado en términos de lo que quiere el electorado latino”, declaró al medio. Político Matt Tuerk, el primer alcalde latino de Allentown, Pensilvania, uno de los estados clave que Harris perdió ante Trump. “Todavía quieren oportunidades. Lo que están diciendo con su voto, si hemos de creer en las encuestas a pie de urna, es que no creen que los planes ofrecidos por la vicepresidenta Harris les darán esa oportunidad”.
Otro fracaso: la inmigración
Es una realidad que en el país ha habido un giro a la derecha en materia migratoria, incluso para algunos latinos. Pero no son la mayoría (todavía). El La prioridad de la comunidad latina en materia migratoria sigue siendo establecer vías legales de ciudadanía para regularizar la situación de los millones de inmigrantes que se encuentran en el país de manera irregular, incluidos los llamados soñadores que llegaron al país siendo niños. Sin embargo, Harris, consciente de este giro, centró su campaña en la importancia de asegurar la frontera por encima de todo, y en las ocasiones que tuvo que hacerlo, incluida una entrevista con Telemundo destinada precisamente a atraer votantes latinos, se negó a condenar la decisión de Trump. planea llevar a cabo la expulsión de 11 millones de inmigrantes irregulares.
La estrategia del entonces candidato refleja una tendencia dentro del Partido Demócrata, que desde los años noventa, desde Bill Clinton hasta Joe Biden, se ha ido alejando de lo que pide la comunidad latina en el país: regular su estatus y el de sus seres queridos. unos. seres queridos y estar protegidos de la deportación—para adoptar una postura más conservadora y de mano dura que dé prioridad a la seguridad fronteriza y la expulsión de quienes la violan. Como candidato, Biden prometió que crearía una hoja de ruta hacia la ciudadanía para los mismos 11 millones de inmigrantes que Trump ahora promete deportar. Cuatro años después, no sólo no ha cumplido esa promesa, sino que ha puesto en marcha una serie de políticas antiinmigración: ha restringido el derecho de asilo en la frontera y la ha cerrado parcialmente mientras decide no renovar el libertad condicional programa humanitario para medio millón de inmigrantes venezolanos, haitianos, cubanos y nicaragüenses, que llevaban dos años en el país legalmente gracias al programa federal.
Ya antes de Biden, su predecesor, Barack Obama, presidente entre 2008 y 2016, había deportado a más de cinco millones de inmigrantes, el mayor número de expulsiones llevadas a cabo por cualquier presidente estadounidense. Obama dejó el cargo siendo llamado deportador en jefeo deportador en jefe. Y antes que él, Bill Clinton, presidente de 1993 a 2001, aprobó una serie de leyes que sentaron las bases de la maquinaria de deportación masiva que hoy existe en Estados Unidos al ampliar los motivos por los que se podía deportar a los inmigrantes y facilitar los procesos de expulsión.
Ese es el legado demócrata que Harris abrazó como propio durante su campaña. Con ello intentó conectar con una fracción del electorado latino que prefiere políticas fronterizas más duras como las prometidas por Trump, pero, nuevamente, no fue suficiente. Ese sector ya había sido captado por el republicano, pese a su discurso xenófobo y racista. Porque aunque el ahora presidente electo insulta a los inmigrantes latinos y los llama “criminales” o los acusa de “envenenar la sangre del país”, los hispanos con ciudadanía no hacen caso, según varias encuestas.