Volvimos a la normalidad después de la tarde eterna de Juan Ortega. Así que lo que Emilio de Justo Dictó naturales con sustancia clásica. Pero el recuerdo del trianero aún lo desdibujaba todo. Hay que vetar a Juan Ortega, un torero capaz de provocar un terremoto en la plaza y que los informativos hablen de aquella faena en la que se logró el milagro de morir sin prisas. Ortega es capaz de pasar la escoba sobre los escombros de una corrida de toros y convertir una limpieza de corral en una pieza artística.
Hay que vetar ahora de los carteles a Ortega, un torero que en tafallera atada a una cordobina es capaz de llenar de canas una melena recién teñida. Incluso el moño, los peluqueros se vuelven ‘veteranos’. Hasta el sastres, cansados de coser camisas rotas y abrochar botones desabrochados, piden que se prohíba. Hay que vetar al hombre que susurra al toro, al torero que le devuelve el silencio hasta transfigurarlo en oles de desgarro. Hasta el camareros en la calle Sierpes murmuraban el veto: ayer nadie comió rápido, sino con el tenedor de trinchera en una mano, mientras la fila se extendía hasta el escaparate de la sombrerería Maquedano.
Ortega debe ser vetado antes del emergencias Se saturan de esos corazones acelerados mientras el reloj parece sangrar. Ortega debe ser vetado antes de que Sumar envíe a Sumar a la huelga. Urtasun, antes de que el ministro reflexione sobre una medalla para el creador de arte valiente. Hay que vetar a Ortega, de quien incluso tenía celos. Cachorro: su pelaje es más lento que su paso. Hay que vetar al torero del canela en rama, como su vestido sevillano: bordado en oro nuevo a las seis y media; Convertido en oro viejo cuando a las nueve se dirigía hacia la avenida donde el Guadalquivir le sonreía. Hay que vetar sus ayudas de belleza y alegría, de Resurrección sin que sea el día. Tienes que vetar a aquella de la que se enamoró. florentino, el de las glorias blancas y puras. Hay que vetar al que no dispara hacia afuera y remata detrás de la cadera.
Hay que vetar al torero que pone el sello de la emoción solemne, al artista que luego destroza a la afición con su regreso a lo común. Hasta sus seguidores quieren vetarle: hubo quien el lunes llevó al niño recién bautizado a la Maestranza y a la salida lo encontró primera comunión hizo Juan Ortega, el torero al que hay que vetar: el del que ayer todo el mundo hablaba sin torear, el que llegó a la plaza de toros… «el que detiene el tiempo y dos más».