No es un oro cualquiera. Es oro apoteótico. Jordan Díaz se ha proclamado campeón de Europa de triple salto, y la medalla que ya cuelga de su cuello no sólo sirve para enterrar tres años de espera interminable, de tardes conteniendo las lágrimas viendo a otros competir y subir al podio. Hoy todo eso ya es pasado. El oro lo pone en la carrera por ser el mejor de todos los tiempos. Ganó con 18,18 metros, a once centímetros del legendario récord de Jonathan Edwards (18,29), vigente desde hace 29 años. Sólo el británico y el estadounidense Christian Taylor (18,21) han saltado más a lo largo de la historia. Debe ser él, y sólo él, quien suba a la cima en el futuro. Eso sí, su 18.18 es un nuevo récord español. Y también los campeonatos.
La hazaña, porque así hay que considerarla, se produjo en el quinto intento. Después de que Pedro Pablo Pichardo, también cubano, también naturalizado, en su caso portugués, le sometiera a una presión brutal tras subir hasta 18.04 en su segundo salto. El actual campeón olímpico, de 30 años, con el orgullo herido por la audacia y la fuerza de las nuevas generaciones, saltó más de 18 metros por primera vez desde 2015. Y eso fue una barbaridad.
¿Qué se hace al respecto? ¿Cómo se gestiona? Bueno, compitiendo como Jordan. El español, líder tras el primer salto con 17,56 (cinco centímetros más que Pichardo), sabía que tendría que hacerlo como nunca para ganar. Adelantar, quizás, ese salto perfecto que guardó para los Juegos de París, el gran objetivo del año.
Y lo demostró ya en el segundo salto: 17,82, la segunda mejor marca de toda su carrera tras los 17,87 que consiguió en Nerja en junio de 2022. Pero no fue suficiente.
Así que siguió intentándolo. Después de un nulo volvió a mirar hacia el pasillo y subió a 17,96, con viento en contra. Nuevo récord para España, a sólo cuatro centímetros de esos deseados 18 metros. Jordan esperó ansioso la marca, sin quitar la vista de la pantalla. Y tenía una mirada de desolación cuando vio el resultado. ¡Con 17,96! No hubo mejor demostración de que iba por más. Que tenía mucho más, porque todavía no era suficiente.
Y llegó el quinto. Jordan cerró los ojos y se imaginó en uno de esos videojuegos que tanto le gustan. Dejó la mente en blanco, trató de eliminar las emociones. Y luego, visualizó: empezar, correr, saltar, dar un paso y saltar. Bajo la mirada escrutadora de Pedroso, Ana Peleteiro, incluso la pequeña Lúa, en brazos del también campeón de Europa, despegó y no aterrizó hasta mucho más tarde: 18,18. El grito que llegó desde las gradas se escuchó hasta el último rincón de La Habana.
Jordania consigue la séptima medalla de España en los campeonatos, el segundo oro. Hace 45 días no tenía permiso para competir en Roma. Luego lo adelantaron tras la petición de la Federación Española a la Internacional. Lo que el mundo se habría perdido si no se lo hubiéramos concedido.