A tres semanas de las elecciones en Euskadi, el Aberri Eguna, día de la Patria Vasca, está marcado por el contexto electoral y la reñida pugna entre las dos principales formaciones nacionalistas. Las encuestas demuestran que EH Bildu tiene el viento a favor e incluso vislumbran una sorpresa en escaños al PNV, el próximo 21 de abril, un hito que, en cualquier caso, no pasaría de ser una victoria simbólica, ya que los Jeltzales tienen muchas opciones de mantener el poder, de la mano del PSE. Las encuestas también apuntan a que el próximo Parlamento Vasco será, con diferencia, el más abertzale o nacionalista vasco de la historia, algo que incurre en una aparente contradicción con la confirmada pérdida de peso del deseo independentista.
La sociedad vasca vota más a nivel nacional que nunca –para usar un término con el que se identifican tanto el PNV como Bildu–, pero la causa independentista está cerca de su nivel más bajo en el último cuarto de siglo. Según el último Sociómetro del Gobierno Vasco, publicado la semana pasada, sólo el 22% de la sociedad vasca «está de acuerdo» con la independencia, el 33% «estaría de acuerdo o no según las circunstancias», el 37% está «en contra» y el 8% » no sabe, no contesta”.
De hecho, la opción independentista aparece minoritaria entre los votantes del PNV (18% a favor; 41% según las circunstancias y 37% en contra) y existe cierta ambivalencia al respecto entre los votantes de EH Bildu (57% a favor, 35% según las circunstancias y un 6% en contra).
Esta aparente contradicción invita a un análisis, partiendo del elemento anterior: la mencionada pérdida de apoyo al independentismo. En opinión de la socióloga Eva Silván, hay que abordar varios factores, aunque la frustración generada en el independentismo por el procesos Ha sido muy relevante.
“La inestabilidad que ha producido la procesos En Cataluña, con poco éxito y mucha fractura, ha sido clave. Está demostrado que la independencia hoy no es viable y parece que así lo ha leído la sociedad”, afirma. Los datos corroboran este análisis. El pico de apoyo a la independencia de los últimos 25 años se produjo hace una década, en 2014, en pleno proceso y en el contexto del referéndum de independencia en Escocia. Los registros más bajos, por su parte, se produjeron a partir de 2021, aunque también, ocasionalmente, en 2001 y 2002.
El pico de la independencia coincidió, en 2014, con la efervescencia del “procés” y el referéndum en Escocia
A falta de un estudio cualitativo, los datos sugieren que la sociedad vasca tomó nota de las consecuencias más traumáticas de la procesos y confirmó la extrema dificultad de llevar a cabo la independencia expresa. Asimismo, cabe señalar otros factores que podrían haber debilitado la causa independentista, como el estado de ánimo en el que se encuentra aún la sociedad vasca tras el fin del terrorismo, una “fase postraumática” -en expresión acuñada por el El catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco Ludger Mess–, en el que no quieren volver a la polarización y la confrontación.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que, como consecuencia de la anterior crisis económica y también de la brillante irrupción de Podemos en Euskadi, la agenda social se revalorizó en detrimento de la nacional, lo que obligó a los partidos a moverse .
Ante esta pérdida de peso del apoyo incondicional al independentismo, la misma fuente, el Sociómetro Vasco, cifraba la semana pasada un empate entre PNV y EH Bildu en 29 escaños, por lo que 58 escaños de un total de 75 serían nacionalistas vascos, nacionalistas o soberanistas. Con el 77% de la representación en torno a estas formaciones, el Parlamento Vasco surgido de las urnas el pasado 21 de abril sería, con diferencia, el más nacionalista de la historia.
De hecho, hasta las elecciones anteriores, en julio de 2020, los partidos nacionalistas nunca habían superado los 48 escaños (luego sumaron 52). Durante la primera década de este siglo y los años 90, la suma del PNV, la izquierda nacionalista y Eusko Alkartasuna promedió entre 39 y 44 escaños, y en los años 80, tanto antes como después de la escisión de EA, rondaba los 43 escaños. .
También en este caso hay muchos factores que explican esta otra tendencia, aunque en esencia se puede decir que las formaciones nacionalistas se han adaptado mejor que el resto a la Euskadi post-ETA. En un contexto de decadencia del independentismo, Bildu ha sabido ampliar su espacio, priorizando el discurso social y buscando atraer a un amplio espectro de votantes. Ante la tentación de ser una mera reproducción de la extinta Batasuna, ha ganado, no sin tensiones y dificultades, la opción de intentar presentarse como la suma de las partes que integran la coalición: Sortu, EA, Aralar y Alternatiba. , una escisión de Ezker Batua-IU.
El limitado éxito del secesionismo catalán ha influido en el declive del deseo separatista en Euskadi
“EH Bildu ha sabido leer el momento político. Crece porque se muestra como un partido con ganas de gobernar, con propuestas diferentes y con un plan de país que habla de industria, de economía, de cuidados, de gestión del conocimiento… Ha generado una narrativa sobre cómo debe ser el país. en un contexto global y más allá del eje identitario”, enfatiza Silván.
El PNV también ha sabido posicionarse en el ciclo postterrorismo, aunque las encuestas muestran un descenso que ya se vio en las últimas elecciones. Esta formación alcanzó en 2019 su techo histórico de votos y poder institucional. “Urkullu obtuvo un mal resultado en 2012, en un momento en el que Bildu ya había emergido con fuerza. Supo leer la sociedad vasca e interpretó que necesitaba un tiempo de calma, para sanar heridos y avanzar en la convivencia. El PNV ha crecido desde entonces, sobre todo a costa del PP, aunque ahora vemos que está perdiendo apoyos porque ha sufrido en su gran baza, la de la buena gestión”, explica Silván.
Otros factores externos y el peor desempeño de sus rivales políticos también han contribuido al refuerzo de las dos grandes formaciones nacionalistas. El relevo generacional y la entrada en escena de una generación que no vivió el terrorismo han favorecido a Bildu, mientras que la paulatina normalización política ha contribuido a hacer más volátil el voto, especialmente entre los jóvenes, ya que pueden producirse traspasos impensables. Hace unos pocos años. La pugna entre ambos partidos y la creciente percepción bipartidista de la política vasca también les ha permitido fortalecerse.
El 57% de los votantes de Bildu apoya la secesión y el 35% lo haría «según las circunstancias»
Durante la actual precampaña, tanto el PNV como Bildu han puesto sobre la mesa la cuestión territorial y han hablado de la necesidad de acordar un nuevo estatuto. Sin embargo, incluso esta afirmación va acompañada ahora de un matiz instrumental. El PNV habla de más autogobierno para vivir mejor, y Bildu de «un nuevo estatus como palanca de transformación para hacer políticas del siglo XXI».
Estas formaciones no dejarán de lado la cuestión territorial, pero sí en su agenda nacional, cuestiones competenciales, vinculadas a la mejora del autogobierno, cuestiones simbólicas, lingüísticas y culturales o relacionadas con la colaboración con el País Vasco francés y Navarra, dos territorios, prevalecerá en el corto plazo. en el que el pragmatismo ha llevado a Bildu a sus mayores cotas de influencia política. “La política son ciclos y quizás dentro de 15 años los veamos en otras posiciones. En este momento todo indica que vamos a un Parlamento Vasco más nacionalista que nunca, pero en el que la agenda independentista estará menos presente”, concluye Silván.
Con motivo del Aberri Eguna, hoy se escucharán proclamas a favor de la independencia y ambos grupos elevarán la reivindicación nacional, aunque lo cierto es que parte de su éxito ha venido precisamente de haber sabido relativizar esa máxima.
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