Este no es el mejor trabajo de Leslie Jamison. No. Grita, quema, sofoca las llamas no supera el genio narrativo de La huella de los días.tu biblia sobre la adicción al alcohol; ni sus escritos aquí son tan hermosos como en El anzuelo del diabloun conjunto de ensayos sobre cómo leer las enfermedades de otras personas. Y aunque el nuevo libro de Leslie Jamison no es el mejor libro de Leslie Jamison por razones que tienen que ver con su lentitud, o con la irregularidad de las emociones expresadas, o quizás con la obsesión del autor por colar sutiles lecciones de ética periodística en cada capítulo, el la verdad es que Grita, quema, sofoca las llamas No deja de ser un ejemplo de que el mejor periodismo es también la mejor literatura.
No es extraño que a Jamison se le haya comparado hasta la saciedad con Joan Didion y Susan Sontag, pues bien es cierto que, incluso frente a los defectos de su escritura, al leerla hay un latido que nos retrotrae a la rotundidad de esas dos bestias. Por lo tanto, tales comparaciones van más allá de la mera propaganda. Sentimos la herencia de Didion en su forma de introducir el yo en su investigación. Es un yo sincero, consciente de lo pertinente o molesta que puede resultar su presentación: la periodista está ahí, sí, es omnipresente, pero no es el centro. En una época en la que asistimos a la extrema “documentación” de la propia vida en las redes sociales, los escritos de Jamison nos recuerdan que, en verdad, a la hora de contar una historia, uno mismo es tan importante como saber borrarlo. En este sentido, los capítulos más cerrados de Grita, quema, sofoca las llamasson aquellos en los que la autora reconoce sus debilidades y sus dudas hacia los entrevistados, y en los que pone en jaque todo lo que creía saber sobre el tema que investiga. Hablo, por ejemplo, de Nos contamos historias para poder vivir de nuevo.de Allá arriba en Jaffnay de el humo realensayos de estilos y ritmos dispares, pero con un tema común que recorre todo el libro: el de la obsesión del ser humano por vivir otras vidas cuando la propia comienza a parecer dolorosa, oscura y mediocre.
La gente insiste en demostrar que deben cambiar de vida, que su avatar es más importante que su carne, que su identidad no es estanca o que el siguiente paso no es la muerte sino la reencarnación.
Es con esa mirada atenta al dolor de los demás, un gesto tan filosóficamente sontagiano— cuando Jamison se propone recopilar historias de personas que, de una forma u otra, están decididas a demostrar que deben cambiar sus vidas, que su avatar es más importante que su carne, que su identidad no es hermética o que el siguiente paso No es muerte sino reencarnación. ¿Por qué siempre queremos ser algo más que nosotros mismos? ¿Por qué nos causa tanto dolor la imposibilidad de vivir otras vidas, en otros cuerpos, con otros nombres? ¿La ficción ha dejado de ser un consuelo?
La última parte del libro está reservada a la intimidad de la autora, como si las preguntas que antes se planteaba para escribir sobre los demás ahora tuvieran que ser respondidas ante un espejo juicioso. Llegados a este punto, y volviendo a las palabras de la autora, se podría decir que si nos cuenta historias es sólo para poder volver a vivir.
Leslie Jamison
Traducción de Rita Da Costa
Anagrama, 2024
336 páginas. 22,90€