Lise Davidsen es una estrella de ópera por la que vale la pena viajar

Pero aquel era un fin de semana del que Freud podía estar orgulloso. El personaje principal de «Jenufa», ambientada en medio de enredadas relaciones románticas y familiares en un pueblo de Moravia en el siglo XIX, está embarazada en secreto de un hombre que se niega a casarse con ella. Su madrastra, una figura cívica conocida como Kostelnicka, desesperada por evitar que la familia caiga en desgracia, mata al bebé, un crimen cuyo descubrimiento conduce a un atónito y sublime gesto de perdón.
Para esta historia cruda y agonizante, Janacek escribió música picante, exuberante pero con ángulos agudos, con ritmos inestables y profundidades turbulentas; motivos obsesivamente repetidos, tan ansiosos como los personajes; pasajes de dulzura folklórica; líneas vocales inspiradas en el checo hablado para lograr una naturalidad asombrosa incluso en el vuelo lírico y la extremidad emocional; y clímax radiantes.
La voz superior de Davidsen es su gloria: férrea en impacto pero nunca dura ni forzada, emanando como rayos de luz solar enfocados. (En la música rápida y locuaz de Janacek, la mitad de su voz no se proyectaba tan claramente, pero esto es una objeción).
Para una cantante con tal capacidad de mando, es notablemente hermosa en un silencio flotante. Interpretó el personaje con dignidad orante, que recuerda a Desdémona en “Otello” de Verdi; Al comienzo del tercer acto, cuando Jenufa comienza a pensar que su sufrimiento finalmente podría haber quedado atrás, Davidsen registró en su rostro y en su tono refrescante una felicidad cautelosa pero real. Se trata de una cantante que actúa con su voz.
Siempre he pensado en Jenufa y Kostelnicka como antagonistas (una joven enérgica que se enfrenta a una generación mayor represiva), pero esta actuación sugirió conmovedoramente que son más parecidas que diferentes: dos mujeres de mentalidad independiente, ambas aisladas de la corriente principal del pueblo. Y la voz de Stemme sigue siendo fuerte y uniforme; este no es el típico Kostelnicka de tono ácido; En un suave dúo al comienzo del segundo acto, ella y Davidsen hicieron una combinación que evocaba el bel canto tipo “Norma”.
Hrusa apoyó esa sensibilidad en el podio. Su visión de la partitura enfatiza su pura belleza, fomentando un lirismo suave y una especie de paciencia musical, dejando que el drama se desarrolle en lugar de estimularlo. A veces esto se siente como suavidad, a expensas de una intensidad puntiaguda. Pero el hecho de que esta “Jenufa” se interprete como algo así como un himno sostenido a menudo intensifica la dolorosa tragedia.