Puede que muchos lectores sepan que el cortisol es la principal hormona del estrés, pero no tantos serán conscientes de una de sus particularidades: que se puede medir en el cabello.
Los niveles de cortisol en muestras de sangre, orina o saliva son indicadores comunes de estrés agudo. Sin embargo, esta sustancia también se acumula gradualmente en el cabello, por lo que se utiliza para estudiar el estrés a largo plazo.
Dado que el cabello crece aproximadamente un centímetro por mes, la parte más cercana al cuero cabelludo correspondería a los niveles de cortisol en el cuerpo durante los últimos treinta días. Este método innovador se utiliza cada vez más en la investigación biomédica como indicador de estrés crónico.
A largo plazo, el estrés prolongado puede provocar una amplia gama de problemas de salud, como enfermedades metabólicas, respiratorias, cardiovasculares y neurodegenerativas. Además, es especialmente perjudicial durante la infancia y la adolescencia, etapas vulnerables en las que los procesos de crecimiento y desarrollo neuropsicológico se producen de forma muy rápida. De ahí la relevancia de conocer los factores que influyen en los niveles de cortisol capilar antes de la edad adulta.
Investigación
Tras la pista del cortisol
Ese es precisamente el objetivo de un estudio que publicamos recientemente.
En concreto, creamos un modelo que incluía los factores que, según las investigaciones, podrían influir en los niveles de cortisol en el cabello. Algunas de estas variables fueron la situación socioeconómica, la exposición a espacios verdes y ruido ambiental, las relaciones escolares o factores relacionados con hábitos de vida como la actividad física. Para ello utilizamos una amplia variedad de datos de niños y niñas de Gipuzkoa que participan en el proyecto INFANCIA y Medio Ambiente (INMA).
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Nuestro trabajo concluyó que había dos factores directamente relacionados con el cortisol: los problemas de conducta y la exposición al ruido ambiental. Esto no quiere decir que no existan otras condiciones asociadas, sino que en este estudio solo se identificaron esas dos.
También es importante mencionar que estas relaciones sólo se observaron en niños varones. Aunque es necesario profundizar en esta idea, pueden existir diferencias sexuales en los niveles acumulados de la hormona ante factores estresantes.
Desencadenantes
La influencia del estrés materno y el ruido.
Respecto al primer factor, no sólo observamos que las dificultades de conducta aumentaban la presencia de cortisol, sino que también pudimos establecer una relación entre el estrés materno y dichos problemas de conducta. Es decir, el estrés materno podría estar alterando indirectamente los niveles de la hormona en el cabello de los niños.
En segundo lugar, la influencia de la exposición al ruido ambiental sobre los niveles de cortisol fue inesperada. Sabemos que el ruido es un estresante ambiental, pero aquellas personas que vivieron más expuestas a él mostraron niveles más bajos de cortisol.
Parece que la convivencia crónica con el ruido ambiental puede provocar una reducción a largo plazo de los niveles hormonales, lo que apunta a un desequilibrio en el eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal (HPA), principal sistema de regulación del estrés. Esta respuesta también se ha descrito en otros indicadores de estrés crónico: por ejemplo, un estudio observó niveles más bajos de cortisol en el cabello de adultos en una situación económica y social estresante.
En consecuencia, estos estudios sugieren un desequilibrio en la respuesta al estrés en aquellas personas que lo padecen de forma crónica, aunque en el caso del ruido necesitamos más información.
Alternativas
Un nuevo campo de investigación
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones se han centrado en el cortisol registrado en la saliva o la orina. Sin embargo, medir su presencia en el cabello puede ser una herramienta muy útil para evaluar el impacto de las exposiciones ambientales sobre el estrés crónico y aplicar políticas públicas para proteger a las poblaciones vulnerables.
En este sentido, nuestro artículo es un primer paso para comprender lo que sucede durante la infancia y proporciona un enfoque complejo: el examen de los factores ambientales, sociales e individuales que influyen simultáneamente en los niveles de cortisol. Diariamente no estamos expuestos a un solo estresor, sino que estamos expuestos simultáneamente a varios de ellos. Esta idea de simultaneidad debería tenerse en cuenta en futuros estudios.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ane Arregi Otxotorena pertenece al Grupo Vasco de Investigación en Salud Ambiental (B-EHRG) y al Grupo de Epidemiología Ambiental y Desarrollo Infantil del Instituto BIODONOSTIA, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Nerea Lertxundi es catedrática de Psicología, Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea.
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