Ha pasado cinco meses escondido, agachado en su madriguera, protegido por su entorno más cercano y familiar, cambiando incluso de vez en cuando de hogar. Es el tercer detenido por el asesinato, el 4 de junio, de Borja Villacís (Madrid, 1983), hermano de la ex vicealcaldesa de la capital, Begoña, acribillada a tiros en un paraje del Monte del Pardo en un asentamiento de relatos de disputas previas entre dos grupos. La operación no está cerrada, a la espera de posibles detenciones adicionales; Al menos, la de un hombre que habría ayudado a los hombres a escapar en un segundo vehículo, apuntan algunas fuentes.
Al cierre de esta edición, se esperaba que el detenido este miércoles por la tarde en Getafe, en la zona de Metro de Espartales, pasara a disposición judicial en las próximas horas. Lo detuvieron durante una ‘trunch’, una de las vigilancias a las que lo sometían desde hacía un tiempo. Oficialmente se desconocía su paradero, aunque los investigadores sabían perfectamente quién fue el segundo hombre que disparó contra Villacís. Aunque siempre estuvo indocumentado, una de las medidas de autoprotección que practicó el marroquí en estos cinco meses fue evitar ser localizado, por ejemplo, en un control policial ordinario.
Borja, que era miembro de los Ultras Sur, un reconocido neonazi y había sido investigado por la Audiencia Nacional en un caso de tráfico de drogas, fue víctima de un disparo por parte de dos hombres. Uno de ellos, Kevin P. E, de 25 años, y su madre, María José EJ, de 52, fueron detenidos poco después del hecho. Ambos son españoles. Ella es la que conducía el BMW X2 desde el que comenzó el ataque. El otro pistolero, el ahora detenido por el Grupo de Homicidios V de la Jefatura Superior de Policía, es un joven marroquí de 18 años. Ya los había cumplido en el momento del hecho, según fuentes del caso, que señalan que, sin embargo, contaba con denuncias policiales previas siendo menor de edad, pero no posteriormente. Se le considera, junto con Kevin, el autor material del asesinato. A María José, su madre y conductora, colaboradora necesaria en el crimen y la posterior fuga.
A las 12:30 horas del 4 de junio Villacís fue herido de muerte. Los tres acusados se habían reunido con un amigo suyo, David, porque les había denunciado por quemar un coche que no había querido prestarle a Kevin. Ambas facciones se conocieron desde entonces. Es más, el asesino español. que fue encadenado al día siguiente en Yuncos (Toledo), donde se escondía en una casa okupa, también se dedicaba al tráfico de cocaína desde un piso en Carabanchel.
El propietario del Seat León por el que se había iniciado la disputa se reunió con Kevin ese mediodía, pero acudieron algunos amigos de David, entre ellos Borja, supuestamente para mediar. Kevin quería que retirara la denuncia. Y la espita explotó en forma de tiroteo entre un rifle calibre 7.62 y una escopeta calibre 12. Los portaban Kevin y el marroquí de 18 años. Uno de los compañeros de David, su amigo Luis, resultó gravemente herido y fue trasladado por otro, Nacho, a la Fundación Jiménez Díaz.
María José y al menos su hijo huyeron en el BMW, cuyas matrículas fueron cambiadas en la carretera de Fuencarral, momento en el que Kevin y el fugitivo comenzaron a correr campo a través. Fue detenida dos horas después en una gasolinera de Plaza Elíptica. David dijo a la Policía que el ahora detenido era «un moro», y alguien del círculo, Ismael, un marroquí, fue detenido, pero al final quedó en libertad.
tributo fascista
El fanatismo adolescente de Borja Villacís le abrió las puertas de la temida sección Skin Cubos (cuyo nombre hace referencia a la zona donde paraban sus integrantes, la Plaza de los Cubos), vinculada a Ultras Sur y dedicada a sembrar el terror hasta el final de su actividad en 1998. Fue en ese contexto, el de una época marcada por el esplendor de Bases Autónomas (BB.AA.), donde el hermano del exvicealcalde inició su carrera en las filas de los radicales madrileños.
Unos ultras que el pasado 24 de septiembre, horas antes del partido entre el Real Madrid y el Alavés, le rindieron un singular homenaje en su fortín de la calle Marceliano Santamaría. Allí, distintas generaciones de integrantes del grupo expulsado del Bernabéu encendieron bengalas y corearon canciones relacionadas con la División Azul y otras consignas fascistas. Un ramo de rosas y dos pancartas que rezaban «La muerte no es el fin» y «Borja, siempre presente» recrearon una jornada que, por la parafernalia, recordó a un acto casi paramilitar.