VALÈNCIA 8 nov. (EUROPA PRESS)-
El doctor Jorge Máñez, neurólogo del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre e integrado en el Instituto Vithas de Neurociencia (INV), advirtió este viernes que, «muchas veces», las cefaleas, en general, «son subdiagnosticadas porque la cefalea es algo normal o típico». «Estres o incluso propios de la ‘familia'», especialmente en el caso de las migrañas, «y no se busca atención neurológica especializada».
La cefalea en racimos o cefalea de Horton es un dolor muy intenso en un lado de la cabeza que suele afectar a la misma zona alrededor de uno de los ojos y suele asociarse a enrojecimiento del ojo, inflamación y caída del párpado, lagrimeo y congestión nasal. . Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), actualmente, alrededor de 50.000 personas padecen cefalea en racimos en España, según informa el grupo sanitario en un comunicado.
Aunque se trata de un dolor de cabeza poco común, es hasta siete veces “más común” en hombres respecto a las mujeres y hasta un 44 por ciento de quienes lo padecen asocian depresión. Según el doctor Máñez, «su nombre se debe a que las crisis de dolor suelen aparecer en ‘racimos’ o brotes que se presentan durante muchos días consecutivos, generalmente en la misma época del año en cada paciente o en los casos más graves». varias veces al año.»
«Dentro de estos brotes de crisis en el mismo día, se repiten varios episodios dolorosos que duran entre 15 minutos y tres horas (a menudo poco después de quedarse dormido o al despertar por la mañana)», detalló.
Respecto a las causas que provocan este tipo de dolor de cabeza, el especialista señala que se sabe que es una alteración “con un componente de desregulación de la respuesta neurovascular, pero no se sabe la causa exacta de su aparición y persistencia, esto lleva a que, actualmente, el tratamiento de elección sea el sintomático».
ADOLESCENCIA
Los patrones de las cefaleas en racimos en relación con el sueño sugieren una relación con el hipotálamo, que es un área del cerebro que controla el ritmo circadiano actuando como una especie de «reloj biológico» del cuerpo.
«Los primeros ataques suelen aparecer por primera vez en la adolescencia y juventud y la mayoría de los pacientes son hombres de entre 20 y 50 años, aunque puede ocurrir a cualquier edad», comenta el profesional, quien añade que, aunque la cefalea en racimos es No suele ser hereditario ni se ha identificado un gen causante, «tener un familiar de primer grado afectado sí hace que sea más probable desarrollarlo».
Otros factores de riesgo para su desarrollo y/o potenciales desencadenantes de convulsiones serían el aumento de los niveles de histamina o serotonina, el consumo de tabaco y alcohol o el estrés.
Según la Sociedad Española de Neurología, más del 57% de los pacientes con cefalea en racimos han recibido un primer diagnóstico erróneo y más del 50% de los pacientes no reciben el tratamiento preventivo adecuado. El diagnóstico de cefalea en racimos es clínico y se basa en la información proporcionada por el paciente en la consulta, ya sea de forma espontánea o en entrevista guiada sobre la zona y tipo de cefalea, los síntomas asociados y el inicio, frecuencia y duración de las crisis de dolor. así como posibles desencadenantes.
“También es obligatoria la realización de una prueba de imagen cerebral como una resonancia magnética para descartar otras patologías”, afirma el doctor Máñez. Para el tratamiento de cada crisis, el especialista afirma que «se utilizan antiinflamatorios y triptanes, como los que se usan en las migrañas, y en particular este dolor responde especialmente a la administración de oxígeno 100% «puro». Además, para acortar el tiempo Durante la duración de un grupo o brote de episodios, se utiliza un régimen de corticosteroides de varias semanas.
En los casos más graves, cuando la cefalea en racimos es crónica, se intenta prevenir la aparición de crisis de dolor. «En este último caso, la medicación es diaria para reducir la frecuencia e intensidad de las convulsiones y retrasar o evitar la aparición de convulsiones, utilizando fármacos que buscan modular la actividad vascular cerebral y neuronal como los betabloqueantes, los antagonistas del calcio o algunos antiepilépticos», ha concluido el profesional.