En junio, la ciencia dio un pequeño paso para descubrir más sobre uno de los grandes misterios del cosmos: qué diablos son las rápidas ráfagas de radio en el espacio y de dónde vienen. Luego se descubrió por qué la mayoría de ellos se repiten una sola vez (los FRB en singular), y la clave estaba en la polarización. Ahora, la ciencia ha dado, quizás, el paso definitivo. Ha conseguido seguir el destello de una ráfaga hasta sus orígenes. Y es raro.
Las rápidas ráfagas de radio y las incógnitas. Cuando hablamos de este evento en el espacio nos referimos a violentas emisiones de ondas electromagnéticas (ondas de radio, por supuesto) que llegan desde puntos lejanos del espacio. Además, son capaces de transmitir millones de veces más alto que el de nuestra estrella y normalmente solo duran unos milisegundos sin origen evidente. De ahí la gran pregunta.
Ahora, en un nuevo análisis dirigido por la astrónoma Kritti Sharma del Instituto de Tecnología de California, un equipo internacional ha encontrado pistas importantes sobre su origen, sugiriendo que estos FRB son más comunes en galaxias con poblaciones de estrellas jóvenes y grandes, una característica que ellos mismos lo han calificado de “muy raro”, ya que nadie lo esperaba.
Características y origen potencial de los FRB. Como dijimos, los FRB son emisiones de luz de radio muy intensas pero breves, que duran desde fracciones de milisegundos hasta varios segundos. Estas explosiones, imposibles de predecir, provienen de fuentes a millones o miles de millones de años luz de distancia, lo que dificulta su seguimiento.
Aunque algunas investigaciones han especulado con la posibilidad de que fueran de origen extraterrestre, no lo parece, y lo cierto es que la primera detección de un FRB en nuestra galaxia, en 2020, ya tenía un indicio más o menos claro: era relacionado con un magnetar, un tipo de estrella de neutrones con un campo magnético extremadamente potente. Este tipo de estrella también puede emitir ráfagas de radioluz debido a los llamados “terremotos estelares”, acción provocada por la interacción de su campo magnético y la gravedad.
Seguimiento de una ráfaga. Y aquí volvemos al trabajo que acaba de publicarse en Nature con el equipo de Sharma tras un rápido estallido. Los investigadores utilizaron el radiointerferómetro Deep Synoptic Array para observar y localizar la FRB, y lo hicieron estudiando 30 galaxias que albergan estas emisiones.
Con los datos obtenidos, concluyeron que los FRB suelen surgir en galaxias con estrellas jóvenes pero galaxias más bien grandes, lo que, además de ser raro, apoyaría la teoría de que los magnetares, estrellas jóvenes y masivas que resultan del colapso del núcleo de una estrella después de una supernova, son en realidad una fuente importante de rápidas ráfagas de radio. En otras palabras, todo indica que los entornos estelares masivos y jóvenes son la clave para la formación de “progenitores” de FRB.
Posible formación de un magnetar mediante fusiones estelares. Aún así, hay un “pero” o discrepancia, como sugieren los investigadores: si los magnetares que producen FRB se formaron exclusivamente a través de supernovas de «colapso», estas explosiones deberían distribuirse de manera similar a las supernovas, pero no es así. caso. Esto da lugar a otra teoría. La investigación sugiere que los magnetares «productores» de ráfagas de radio rápidas podrían formarse en realidad a través de fusiones de estrellas binarias, un fenómeno más probable en galaxias con estrellas masivas.
En conclusión, el estudio refuerza la teoría de que los magnetares son los principales responsables de los FRB, pero con ciertos asteriscos, ya que también es probable que se necesiten condiciones especiales para que emitan ráfagas de radio de este calibre. Una cosa parece clara: con cada nuevo descubrimiento, los astrónomos obtienen más datos para aclarar el misterio de estas enigmáticas explosiones.
Imagen | ESO
En Xataka | La mayoría de las ráfagas de radio rápidas se repiten sólo una vez. Tenemos una nueva forma de descubrir por qué.
En Xataka | Una señal de radio llega a la Tierra desde 1988. El púlsar del que procede esconde un importante misterio