Se trata de una de las producciones teatrales más esperadas de esta temporada en Barcelona. «Prima facie» llega el día 29 al Teatre Poliorana de la capital catalana, un impactante monólogo dirigido por Juan Carlos Fisher y con una contundente Victoria Luengo que está cosechando aplausos y premios poniéndose en la piel de una abogada que es agredida sexualmente . La actriz habló ayer con este diario.
Lorca decía que «hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el barro». ¿Este trabajo se está metiendo en ese barro?
Me interesan proyectos que me obliguen a meterme en ese barro. En este puesto era imposible hacerlo sin un compromiso con la honestidad. Es importante y me lo recuerdo todos los días antes de subir al escenario.
¿Qué te ha aportado el personaje?
A nivel personal me ha hecho valorar mi propia valentía y estoy muy feliz de ser tan valiente. También me ha hecho comprender que no podía exigir resultados inmediatos en la vida. Los procesos más interesantes tienden a ser lentos. A nivel profesional me ha enseñado a ser más tolerante, además de muchas herramientas teatrales. A pesar de haber realizado ya más de diecisiete producciones profesionales, un monólogo de una hora y cuarenta minutos es un animal difícil de dominar. He aprendido mucho como actriz.
¿Te ha aportado también una visión diferente de la violencia de género?
No lo crean porque lamentablemente vivimos en una sociedad con una violencia estructural muy fuerte por culpa del patriarcado y el machismo del que todos somos víctimas, incluido yo mismo, y todos somos verdugos porque estamos educados en esto. Todas las mujeres estamos atravesadas por esta herida, entonces obviamente yo ya tenía un sentimiento y una emoción ligados a este tema como mujer. Es cierto que esta función me ha hecho aprender cosas y entender qué le pasa a un cuerpo cuando es agredido sexualmente. Como ciudadana, tenía un discurso tanto racional como político sobre lo que tenía que ver con este tema. Creo que es importante que dejemos de preguntarnos racionalmente qué pensamos sobre el tema y tratemos de abordarlo desde una perspectiva física y sensorial. Lo importante en esta función es la cuestión de qué sucede en un cuerpo atacado. Es algo que como sociedad no hemos aprendido porque seguimos juzgando al cuerpo agredido y lo seguimos cuestionando, haciéndolo culpable de la situación.
¿Qué pasa con ese cuerpo atacado, algo que suele quedar desdibujado en las noticias cuando se habla de estos hechos?
Es importante que la gente venga a ver la representación porque el teatro tiene un poder que pocas otras artes tienen. Me refiero a la capacidad de ponerse delante de uno, de forma real, experimentando, si consigo hacerlo bien, una emoción real. No podemos ser inmunes a eso porque somos humanos. No podemos evitar empatizar con un cuerpo tenso, lleno de contracturas, donde normalmente esa misma tensión y bloqueo nos hace incapaces de controlar los esfínteres, incapaces de controlar los espasmos. Es un cuerpo con náuseas, vómitos, pesadillas nocturnas. Es un cuerpo que, al final, siente vergüenza, culpa y dolor, que nunca más volverá a sentirse seguro. Es importante que, como artista, el espectador salga del teatro con el cuerpo modificado y no con ideas preconcebidas u opiniones políticas. No es una función moralista o sermoneadora. Es un grito de auxilio y eso es lo más bonito de esta función.
Creo que mucha gente se acerca a él después de terminar el trabajo para contarle sus propias experiencias.
Hay muchas mujeres y hombres a quienes la función les ayuda a afrontar su propio dolor. He recibido muchos mensajes de mujeres que han sido ayudadas, pero también mensajes de hombres que comprenden el miedo de sus hijas. Al final un hombre se me acercó llorando porque acababa de tener una hija de siete meses y nunca había sentido miedo al salir a la calle. «Estoy devastado porque ahora siento el peligro de que le pueda pasar algo», me dijo. Todo esto es hermoso para que, como sociedad, podamos ver a los demás, intentar acompañar a quienes sienten este dolor.