La metformina es un fármaco comúnmente recetado para el tratamiento de la diabetes tipo 2, una enfermedad en la que el cuerpo no utiliza la insulina con normalidad y, como resultado, se producen niveles excesivamente altos de glucosa o azúcar en sangre. Actualmente la metformina está siendo ampliamente estudiada porque, además de reducir la producción de glucosa en el hígado y tratar el síndrome de ovario poliquístico, parece tener beneficios para prevenir el envejecimiento acelerado.
Ensayos clínicos como el de la Clínica Universidad de Navarra intentan demostrar que el fármaco puede tratar el envejecimiento provocado por afecciones como, en este caso, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), caracterizada por la destrucción del pulmón y la pérdida acelerada de sus funciones. . A su vez, se asocia al desarrollo prematuro de otras enfermedades asociadas al envejecimiento, como las enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Según el Dr. Juan Pablo de Torres, codirector del Departamento de Neumología, el medicamento “actúa en diferentes niveles del proceso de envejecimiento. En concreto, ayuda a preservar la estabilidad de las proteínas celulares, mejorar la función de las mitocondrias y la estabilidad del material genético o facilitar la comunicación intracelular.
En 2014, un estudio realizado por Bannister CA comparó la mortalidad entre pacientes diabéticos que tomaban metformina, personas que tomaban otros medicamentos para la diabetes y personas sin diabetes. Investigadores de la Universidad de Cardiff concluyeron que los pacientes con diabetes tipo 2 que tomaban monoterapia con metformina tenían una esperanza de vida más larga, y que los pacientes no diabéticos a los que se les había administrado el fármaco también tenían efectos positivos en la supervivencia.
Este tipo de estudios siguen la evolución de cientos de pacientes durante años, por lo que probablemente todavía pasará algún tiempo hasta que la metformina se utilice habitualmente para patologías distintas a la diabetes. Sin embargo, los resultados hasta la fecha son prometedores y actualmente la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos incluye más de 200 ensayos clínicos en curso para probar los posibles usos de este fármaco en afecciones tan diferentes como vitíligo, retinopatía, fibromialgia, aterosclerosis, parálisis cerebral, sepsis, síndrome coronario agudo, leucemia o colitis ulcerosa.
Además del potencial que presenta la metformina para pacientes con tantas enfermedades, también ha sido el centro de atención en las conversaciones sobre la pérdida de peso y el tratamiento de la obesidad. En los últimos años se ha popularizado erróneamente como un método ‘casero’ de adelgazamiento para pacientes sanos, algo que lamentablemente ocurre de forma cíclica con diferentes fármacos y que tanta controversia causa en el sector médico. Si bien es cierto que el fármaco actúa a nivel cerebral inhibiendo el centro del hambre y reduciendo el apetito, el efecto de reducción de peso no supera los seis meses, tras los cuales se estabiliza. Por tanto, no se trata de ningún tipo de remedio milagroso para el sobrepeso y, además, cuando se administra a personas que no lo necesitan puede presentar riesgos muy graves.
Riesgos y beneficios
La metformina puede causar acidosis láctica, una enfermedad potencialmente mortal. Esta rara pero muy grave «advertencia de recuadro negro» puede ocurrir debido a la acumulación del medicamento en el cuerpo y requiere tratamiento hospitalario inmediato.
Cuando se administra a personas no diabéticas o junto con otros medicamentos sin supervisión médica, puede provocar problemas de páncreas, hipoglucemia y problemas cardíacos graves. Además, tiene efectos secundarios estomacales leves como diarrea, vómitos, dolor de estómago o acidez de estómago.
Un aspecto positivo para su posible uso futuro en diferentes patologías es que se trata de un medicamento barato, de fácil acceso y que se utiliza desde hace mucho tiempo, lo que además garantiza la seguridad.
Los recientes descubrimientos sobre la posible capacidad del fármaco para reducir la mortalidad prematura en varias enfermedades, incluidas la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el deterioro cognitivo y el cáncer, son muy alentadores para las personas que las padecen.