Tig y Nell son los protagonistas de casi la mitad de las historias que componen Perdido en el bosqueel último libro de Margaret Atwood, que acaba de publicar la editorial Salamandra traducido por Victoria Alonso Blanco. Estos personajes no son nuevos en la bibliografía del escritor canadiense, quien ya los había utilizado para la trama de Desorden moral (2007), pero ahora los ha situado en diferentes momentos de su vida e incluso de su muerte. El resto son historias desconectadas en su tema, pero inevitablemente atwoodianas: una madre que se hace pasar por bruja, virus imparables, caracoles que se convierten en humanos o conversaciones con personas que ya no están en la tierra. El material que tu fandom quieres encontrar en sus páginas.
Este es el primer libro que publica desde 2019, año en el que se publicó su secuela de El cuento de la criadalos testamentosganó el Premio Booker y en el que falleció su compañero de 50 años, el también escritor Graeme Gibson. De hecho, en Perdido en el bosque Dedica uno de sus agradecimientos: “Y, como siempre, a Graeme Gibson, que estuvo a mi lado durante gran parte de los años en los que se escribieron estas historias, y que sigue muy presente, aunque no de la forma habitual”. Algunos aspectos de las historias de Tig y Nell se basan en sus propias experiencias (la viudez, de hecho), mientras que el resto proviene de diferentes inspiraciones o solicitudes.
“Hay algunas que parten de material que crees que vas a poner en una novela, pero no crees que haya material suficiente para completarla y al final quedan historias de unas 30 páginas que pueden ser un retrato de un momento o una historia que ha perdurado. años pero en una historia mucho más concentrada”, explica Margaret Atwood en una rueda de prensa online con medios de España y Latinoamérica. Además, algunas de las historias están ahí en respuesta a una petición específica de la gente.
Por ejemplo, La impaciente Griselda apareció en el Proyecto Decamerón que The New York Times Magazine impulsó durante la pandemia basado en el trabajo de Giovanni Boccaccio y La entrevista post-mortem de una serie de conversaciones entre autores vivos y otros ya fallecidos. “Elegí a George Orwell porque siempre he estado muy interesado en él y tenía una serie de preguntas que quería hacerle. Entonces lo hicimos a través de un medio. En la historia veréis que ha conseguido dejar de fumar a pesar de estar en el más allá, aunque sabe que no es bueno para su salud», dice divertida.
La influencia del escritor británico en el universo de Atwood no es ningún secreto. Cuando empezó a leer animales de granja Por primera vez -cuando aún era pequeña- pensó que era un cuento divertido para niños, no una alegoría política, y la aterrorizó. Pero cuando se enfrenta a 1984 Ya había entrado en la adolescencia y su relación con Orwell cambió. “El interés por las formas totalitarias de gobierno comenzó con él”, dice. “Otra cosa que también me influyó fue que en estas historias sobre el futuro y gobiernos horribles, siempre necesitas una explicación de cómo llegó ahí”. Pese a todo, considera que esta novela no es negativa ni lúgubre como se propuso en el momento de su publicación, sino que finaliza con un lenguaje común, “un inglés estándar en tiempo pasado que indica que la era de 1984 ha terminado”. ”, desarrolla. .
Memoria y enseñanzas
Actualmente, Atwood se encuentra en pleno proceso de redacción de sus memorias, una tarea que le ha resultado difícil acometer y de la que habló en el Festival de Ideas de elDiario.es el pasado mes de junio. Aclara tajantemente que no son ni una biografía ni una autobiografía: “Las memorias son cosas que puedes recordar. Y lo que normalmente recuerdas son estupideces y catástrofes. Hay personas que constantemente toman fotos de lo que comen y las cuelgan en internet. Bueno, una memoria no trata de eso porque sino sería muy aburrida. Para entendernos, no habrá gran parte de mis vacaciones de verano en ese libro”, dice. Sí, se detendrá en momentos importantes como las experiencias cercanas a la muerte –mucho más sugerentes que sus desayunos, sin duda– y en las fases de la vida que le parezcan más jugosas.
“Creo que es más interesante leer sobre la primera etapa que sobre la última. Pasó mucho tiempo hasta que me convertí en escritor, y esa parte me parece más atractiva para los lectores y para mí. Si hablo de la parte media de mi vida diré que escribí este libro y luego el otro, y luego el otro. Ya no tiene ningún interés. Y la última parte o es más triste o más aburrida”, reflexiona.
Después de tanto tiempo escribiendo y con más de 60 libros publicados, considera que lo que ha aprendido de su trabajo es que “la escritura te enseña a escribir y los libros te enseñan muchas cosas sobre el ser humano”. Y mencionar el libro Escribe y falladonde su autor Stephen Marche afirma que una de las cosas que se aprende al escribir es, precisamente, a fallar. “Hay que tirar muchas cosas a la basura e incluso puedes llegar a pensar que hay libros que se han publicado y que son un fracaso. Es decir, si los volvieras a escribir los escribirías de otra manera”, comenta. «Pero no creo que escribir me haya convertido en una persona más espiritual».
La distopía sin fin
La presentación del libro de Atwood en España no podría llegar en mejor momento porque parece que la actualidad tiende a la distopía. Es una pesimista optimista porque cree que “siempre podría ser peor”. Según su interpretación de la historia, el siglo XIX fue un período dado a las utopías porque vivían en el progreso: inventaron las aguas residuales, hubo avances médicos, aparecieron las bicicletas, las máquinas de escribir y los vehículos, soñaron con volar. Pero el futuro deja de ser prometedor con la Primera Guerra Mundial o incluso antes, cuando se publique la primera novela de ciencia ficción. La guerra de los mundoss de HG Wells que “presenta un futuro fatal con marcianos llegando de Marte y devorando personas. Y aunque los humanos sobrevivan o algunos de ellos sobrevivan, pasan por una experiencia del futuro absolutamente horrenda”, comenta.
Es inevitable preguntarle a Atwood –de hecho, es el tema que todos los presentes en esa reunión virtual querían discutir– qué piensa sobre los resultados de las recientes elecciones de Estados Unidos, en las que Donald Trump resultó ganador. La escritora canadiense sostiene que cree que la campaña ha sido muy corta y que a Kamala Harris no se le dio mucho tiempo para desarrollar sus planteamientos. Y, por supuesto, que los votantes tenían miedo de tener una presidenta mujer y racializada “porque temían que les hiciera lo que ellos le habían hecho a gente como ella. En otras palabras, mucha gente tenía miedo de perder estatus y poder identitario con una presidencia liderada por Kamala Harris”, declara.
Asimismo, señala que ha habido un cambio en la conversación porque en los últimos años el debate ha girado en torno a la identidad y ahora volverá a uno anterior: el de clase. “Ya no existe la clase entendida como en 1930, sino que hay una clase de gente pobre, clase media, clase rica, clase adinerada y clase muy rica. Y la membresía en Estados Unidos ha cambiado: antes, los demócratas representaban a la clase trabajadora y los republicanos representaban a los ricos, pero ahora la percepción es que los republicanos representan a la clase trabajadora y media. Los demócratas representan a las élites, lo que no significa a los ricos, sino a los snobs, los sabelotodo”, afirma.
En cuanto a Donald Trump y el futuro, realmente no sabe qué pensar. Considera que fue inteligente –o su partido– separar el referéndum sobre el aborto, llevado a cabo por los Estados, de las elecciones presidenciales. “Dijo que representaba a Estados Unidos y que había habido un referéndum en diez estados y siete habían votado lo que habían votado. Y eso significa que, como mujer, podrías votar en el referéndum para proteger el aborto y al mismo tiempo votar por Trump”, dice.
Duda que el asunto conduzca a una dictadura “hitleriana”, pero cree que hay que esperar porque como el nuevo presidente “miente tanto”, no se sabe qué se puede esperar de él. Asimismo, considera que el tema de su edad puede ser un factor determinante, porque puede descalificarlo. “Estados Unidos ha sido hasta ahora el país más poderoso del mundo, a pesar de algunos fracasos. Pero no sabemos si estamos viendo un imperio en decadencia, hay mucha especulación al respecto. Y creo que creará mucha ansiedad, especialmente para las personas que viven cerca de Ucrania”, concluye.