Un día, hace seis años, a Jorge Navarro le sucedió algo bastante inusual: recibió una carta. El mensaje contenido en la carta, sin embargo, se ha vuelto tan común que el bajista y letrista de Biznaga incluso dice que se lo esperaba: le informaron que el edificio donde alquilaba un piso, en el madrileño barrio de Lavapiés, había sido adquirido por un fondo buitre para llenarlo de viviendas turísticas. Traducido: lo echaron. En concreto, a seis kilómetros del centro de la capital. Porque sólo en Carabanchel encontró la combinación de condiciones (unos 50 m2) y precio digna de crear un nuevo hogar con los co-inquilinos de su vida: su pareja y tres animales.
Cinco habitantes, en un espacio reducido y en un barrio periférico. El vecino más famoso de la zona, Manolito Gafotas, ya lo lamentaba hace décadas en las novelas de Elvira Lindo: “Mi casa es una caja de cerillas y uno llega rápido a todas las habitaciones”. Hoy en día, la vivienda está aumentando constantemente entre las principales preocupaciones de España. Los costes y el acceso imposibles quitan el sueño y los sueños a millones de ciudadanos. El mercado dice que entre 2015 y 2023 comprar una vivienda se encareció un 47% y alquilar un 58%, mucho más de lo que crecieron los ingresos de los hogares, y augura un 2025 donde la brecha aumentará. Pero, además de los números, el cine, el teatro, la música o la literatura contribuyen a investigar otros lados del asunto. Y entender que su magnitud trasciende las cuatro paredes: los ladrillos también sirven para construir esperanza, serenidad, futuro. En definitiva, a uno mismo.
“Para algunos, la casa es sólo una mercancía. Muchos de nosotros lo vemos como el derecho fundamental que garantiza el artículo 47 de la Constitución”, ataca Irene Yagüe, coautora y directora de la grietaun documental de 2017 (disponible en Filmin) que denunciaba la venta de viviendas sociales a fondos de inversión por parte de la Comunidad de Madrid. “Y ese choque ideológico entre la visión económica y la relacionada con la emancipación y la dignidad humana define el problema. En nuestro entorno el tema de la vivienda siempre está sobre la mesa. “Afecta al menos a dos o tres generaciones”, continúa Navarro, de 41 años.
Así lo confirman las cifras del Banco de España: en 2008, los hogares con un jefe de hogar menor de 35 años residiendo en un inmueble en propiedad superaban el 64%; en 2020, habían caído al 36%. Y Biznaga lo grita a ritmo de punk en su último disco, ¡Ahora!: “Si el plan urbanístico actual es privatizar y especular. Si no hay vivienda social y el suelo cada vez cuesta más”. O “somos la generación que vivirá peor que nuestros padres”. Quejas que bien podrían haberse escuchado en las recientes manifestaciones en toda España. O, más simplemente, en miles de conversaciones alarmadas que se repiten en salones y bares.
Emanuele Coccia también viene pensando desde hace tiempo en el asunto. A su experiencia profesional como pensador sumó la plantilla de hasta 30 mudanzas. Hace tres años combinó ambas cosas en un ensayo que acaba de publicarse en español: Filosofía de la casa (Siruela). “Supone algo universal, que todos, sin importar clase, género, edad o cultura, debemos afrontar. Es un artefacto esencial: representa el intento de transformar la felicidad que perseguimos en un objeto material, una realidad que existe ante nuestros ojos”, reflexiona el estudioso. Lo mismo que, de alguna manera, Dolores, una de las protagonistas de la grietacuando insiste ante la amenaza de desalojo: “¡Es mi casa!” Porque ve el universo en peligro donde cocina, ríe, llora, invita a amigos, como se ve en la película. Y el techo bajo el cual puede dormir su hija.

“Colocamos cerca de nosotros, en un espacio, las cosas y personas que más representan nuestro mundo”, analiza Coccia. De ahí que la concreción y el simbolismo se mezclen en cada rincón al que alguien llama hogar. El dibujante Paco Roca retrató la casa (Astiberri) familiarizado con hablar, en el fondo, de su padre. De “vida, muerte o amor” que los muros observan con el paso de los años. Y la importancia que pueden tener para cualquiera que haya vivido, o incluso crecido, bajo su cobijo. “Son, dentro de lo que podemos permitirnos, una proyección de nosotros. Sigue siendo una coraza de lo que somos y eso condiciona a quienes crecen en una casa”, apunta el dibujante. Tanto es así que todavía recuerda las plantas que ocupaban la terraza de sus abuelos, hasta el punto de haber querido recrear algo parecido ahora en su patio.
El protagonista de Casa en llamas, por Dani de la Orden, También ve su hogar como un atajo hacia el pasado. Por eso reúne a sus seres queridos para un fin de semana de despedida en su idílica residencia de verano, el último lugar donde pudieron haber sido felices. “Representa a la familia, lo único que tiene, ha construido y está perdiendo”, afirma el cineasta. La película, nominada a ocho premios Goya, incluido el de mejor película y disponible en Netflix, sirve también al público para confirmar que algo relativamente posible hace unas décadas se ha convertido en una utopía. “Si la primera residencia está casi fuera de la realidad, tener una segunda es ciencia ficción. En la generación de mis padres era más popular. Dentro de 50 años no sé si aparecerá en tantas películas”, afirma De la Orden. Entre otras cosas, porque España tiene una de las edades de emancipación más altas de Europa: el 66% de los jóvenes entre 18 y 34 años siguen en el hogar familiar, frente al 50% en 2010.

La casa que protagoniza la historieta de Roca –y la exitosa adaptación cinematográfica filmada por Álex Montoya– también fue la segunda. Sus padres lo consiguieron “a base de sacrificios y dedicándole sus ahorros sólo a ello”. El dibujante finalmente logró conservarlo y todavía pasa mucho tiempo allí con su familia. “Es el lugar de la infancia al que siempre quieres volver, pero que llegaste a odiar. Está lleno de esa ambigüedad de sentimientos”, añade. Sus hijas han podido crecer en el mismo lugar y llenarlo de nuevos recuerdos. Por lo tanto, ya representa el hogar de la infancia de al menos dos generaciones. Aunque otro cómic, Aquíde Richard McGuire, reeditado por Salamandra Graphic después del lanzamiento de su versión cinematográfica, Aquí, de Robert Zemeckis—te invita a mirar aún más atrás: imaginar desde un marco fijo todo lo que sucedió durante siglos en la esquina donde hoy vive una familia. “Recopilamos la historia de las ciudades, pero casi nunca nos importa ni sentimos la historia de las casas. En el fondo, todos son hogares de infancia, aunque no sean los nuestros”, afirma Coccia.
Yagüe ve las reuniones de los neandertales en las cuevas como primeras reuniones vecinales. Y traza un hilo que llega a los hogares de hoy: “Son lugares de encuentro, donde te reconoces como persona y también al otro”. “Si se ve amenazado, tiene un impacto negativo en la salud y el deterioro físico y mental de las personas”, añade Navarro. Isabel, la otra protagonista de la grietacuyo desalojo queda registrado en la película, que se proyectará el 23 de enero en el cine Embajadores de Madrid dentro del ciclo Vivienda digna. Y películas como Techo y comidapor Juan Miguel del Castillo, y en los márgenesPor Juan Diego Botto. Aunque la angustia de no poder tener casa propia recorre la historia del cine, el techode Vittorio de Sica y Alemania año ceropor Roberto Rossellini, a el pisoPor Marco Ferreri. Lucía Miranda lo llevó al teatro en 2022 en CmanejarA partir de 40 testimonios reales, entre la especulación, las casas de acogida, la gentrificación y la pandemia de la covid-19, cuyo confinamiento demostró la relevancia de vivir en un lugar digno. Y la unión de un grupo de centros vecinos todas las ventanas (Plaza y Janés), el debut literario de Bárbara Sánchez.

Sin embargo, la cultura también ha acostumbrado al público a una visión menos realista y más aspiracional de la vivienda. “Si empiezas a preguntarte en muchas películas o series: ‘¿Cómo pueden permitírselo? ‘¿Quién lo paga?’, pocos logran pasar la prueba”, dice Navarro. “Una casa que se consideraría de clase alta hace que el cine sea de clase media baja”, añade De la Orden, que confiesa haber propuesto alguna vez rodar en su casa, para ahorrar costes. Nunca pasó el filtro.
Para la adaptación de la casaSin embargo, Álex Montoya insistió en rodar realmente en la casa familiar de Paco Roca. “Está muy lejos del glamour o de lo que se podría esperar de una película. También en el cómic me interesaba rebajar todo a un nivel en el que el valor de esa casa fuera únicamente emocional”, dice el artista. El estreno de mariquitaLa película de Greta Gerwig de 2017 fue celebrada como una de las primeras veces en que el cine estadounidense mostró un hogar normal. Y algunos críticos cuestionaron la verosimilitud de que el fotógrafo independiente que Penélope Cruz encarna en madres paralelasde Pedro Almodóvar, vivía en un piso de ensueño en el centro de Madrid. En general, cualquiera puede pensar en casas de películas o series que en realidad son imposibles no sólo para el público, sino para los propios protagonistas de la obra.
A la ficción, eso sí, se le permite jugar con la fantasía. O con aspiraciones. Para la clase dominante, sin embargo, los entrevistados no conceden circunstancias atenuantes. “La gestión inmobiliaria debería ser una prioridad absoluta, independientemente del espectro ideológico, y ha sido abandonada. Es el gran pecado moral de la clase política de estos años”, lamenta Coccia, que incluso desea que la política de la casa se convierta en una “nueva Internacional planetaria”. “Tenemos un gobierno que se autoproclama el más progresista de la historia del universo, pero las propuestas son claramente insuficientes, sin mencionar que muchas ya se han prometido en el pasado”, apunta Navarro. Ante las críticas, esta semana el presidente, Pedro Sánchez, anunció 12 medidas para intentar impulsar la vivienda pública y limitar la especulación. Y Yagüe recuerda que hace apenas unas semanas el Tribunal Supremo dio la razón a la batalla que libraron en 2013 tantas familias como las que aparecen en 2013. la grieta: ha ratificado el derecho de los vecinos de las viviendas públicas que Ana Botella vendió a fondos buitres cuando era alcaldesa a comprarlas por el mismo y ridículo precio. Pero han tenido que pasar 11 años de lucha, amargura, dolor y desprotección. Personas que el sistema dejó a la intemperie, en todos los sentidos. Mientras tanto, uno de cada siete hogares en España está vacío.

Coccia también considera que la arquitectura ha repensado profundamente las ciudades, pero mucho menos las casas. La creciente frecuencia de traslados, incluso a otra ciudad o país; cambios en los modelos familiares y tribus sociales; la invasión de los smartphones, que el filósofo ve como una extensión del hogar: “Es una tienda que montas en un segundo y te hace sentir como en casa en cualquier lugar”. Por todo ello, el intelectual nos invita a reflexionar sobre qué vivienda queremos para el presente y el futuro: “Seguimos construyendo casas a medida para modelos familiares que desaparecieron hace 60 años”.
Aunque otro problema, en España, es que se construyen menos edificios: del récord de 600.000 al año en la burbuja inmobiliaria de hace dos décadas a los 90.000 de la media anual actual. Apenas hay viviendas sociales, según muchos expertos, algo que el Gobierno se ha comprometido a abordar este año; Mientras tanto, nuevos modelos como el coliving Se cuestionan como la enésima trampa del capitalismo: ocultar recortes de derechos y espacios bajo un nombre atractivo. La mayoría de los ciudadanos, en cualquier caso, se conformarían con cuatro paredes a un precio asequible. Una cama, un sofá, un frigorífico, una mesa, posiblemente una ventana. Ya nadie pide una casa y una vida de cine. Sólo que son dignos.