Son las 9 de la mañana. Un grupo de turistas espera pacientemente para entrar en la explanada que rodea la mezquita de Hassan II. El sol de invierno se asoma sobre el horizonte de la costa atlántica y un par de guardias despejan las puertas que abrirán el paso a los curiosos. La mezquita, que lleva el nombre del padre del actual rey, Mohamed VI, y anterior monarca, es el segundo templo islámico más grande del continente africano. Antes de 2020, ocupó el primer puesto hasta que China construyó la actual mezquita más grande de África en la capital de la vecina Argelia.
A diferencia de otros centros de culto del país, la Mezquita Hassan II está abierta al público no musulmán, aunque exclusivamente en un horario estimado y acompañada de una visita guiada. El centro costó alrededor de 800 millones de dólares y fue financiado en gran parte por donaciones de la comunidad musulmana de diferentes partes del mundo. Es uno de los puntos turísticos más atractivos de la ciudad y, aunque no es de extrañar, tampoco es el único.
Rick’s Café: un lugar hecho en hollywood
Las colas son más de lo habitual en la puerta principal del Rick’s Café en Casablanca. Cerca de la plaza Arsat Zerktouni encontramos el bar que pretende ser la réplica perfecta de la mítica discoteca de la película Casablanca. El largometraje es una de las historias de amor de Hollywood mejor contadas en el cine y en un viaje al pasado, a los años 80, este escondite en la ciudad marroquí rememora el romance entre Rick Blaine e Ilsa Lund.
Aunque en realidad la película se rodó íntegramente en los estudios de Hollywood y sin poner un pie en la ciudad original de Casablanca, se inspiró en fotografías tomadas por varios fotógrafos de Warner. Si algo cuidan en este lugar no es sólo la estética, también la música. Su pianista, Issam, toca al piano los clásicos de la época, entre ellos A medida que pasa el tiempo, Canción estrella de la película.
Una pausa en el Parque de la Liga Árabe con vistas a la Catedral del Sagrado Corazón de Casablanca
En medio de la ciudad, entre edificios institucionales, delegaciones diplomáticas, hoteles y oficinas, se encuentra un oasis verde. El Parque de la Liga Árabe, de 30 hectáreas, es uno de los pocos espacios verdes del centro de Casablanca. Originalmente, el lugar se llamaba Parque Lyautey, en honor al entonces representante del gobierno francés en Marruecos durante el Protectorado, Hubert Lyautey. Fue con la independencia marroquí que tomó el nombre de la actual organización regional, de la que Marruecos también forma parte.
En el centro del ensanche de Casablanca, entre la antigua y la nueva Medina, el Parque de la Liga Árabe alberga otro lugar de especial interés: la Catedral del Sagrado Corazón o Sacré-Coeur, en francés. Construida en la década de 1930 y diseñada por Paul Tournon, no ha servido como iglesia desde 1956, después de la independencia del país. El espacio, que hoy es patrimonio cultural marroquí, se ha convertido en un centro cívico que acoge exposiciones, conciertos, ferias e incluso desfiles de moda.
Habous, la medina desapercibida de Casablanca
En Casablanca, si hablas de medina, te fijas en las sinuosas callejuelas que rodean el Bab Marrakech, en un incesante bocinazo y en una de las montañas de menta que sobresalen de algunos de los puestos del mercado. Pero no todo queda ahí. En el entorno del Palacio Real de Casablanca, encontramos el barrio de Habous. Su nombre hace referencia a la asamblea religiosa que asignaba viviendas dentro de una medina.
Esta zona se desarrolló principalmente durante el Protectorado francés y especialmente en las décadas de 1920 y 1930, bajo el mando del mariscal Lyautey. Su finalidad era dar cabida a numerosos comerciantes y familias procedentes de otras zonas del país. A raíz de su popularidad, los arquitectos franceses Albert Laprade, Auguste Cadet y Edmond Brion diseñaron la zona con un toque de urbanismo moderno y bajo el concepto de las Villes Nouvelles, respetando las antiguas ciudades tanto de Casablanca como de Rabat.
Del mar a la mesa: una deliciosa comida en el Mercado Central
Una puerta conecta el bulevar de Mohammed VI con el Mercado Central de Casablanca. En el interior, los vendedores juegan a gritar más fuerte. El pescado no se vende. Los charcos de agua, de hielo derretido que enfriaba la mercancía, empapan el suelo hasta crear un olor más a mar que a ciudad. En el medio, en un patio cuadrado que rodea los puestos del interior, hay una decena de restaurantes clandestinos que también luchan por sentar al último curioso o hambriento. Aquí tampoco se vende pescado.
Este lugar, que hoy alberga el frenesí de un mercado local y la satisfacción de un estómago lleno, fue diseñado por Pierre Bousquet y terminado en 1917. Era entonces el mercado más importante de la nueva ciudad europea de Casablanca. Unos años más tarde, en 1953, el combatiente de la resistencia nacionalista marroquí Mohammed Zarqtuni bombardeó el lugar después de que las fuerzas francesas obligaran al sultán Mohamed VI a exiliarse el 20 de agosto de ese mismo año, durante la Fiesta del Sacrificio o Cordero. .
Mar y salitre: la nueva roca de Sidi Abderrahman
El peñón, situado a pocos metros de la Corniche de Casablanca, es un refugio del caos de la ciudad marroquí. En este islote se encuentra la tumba del morabito o santo musulmán, Sidi Abderrahman. Según la leyenda, Abderrahman llegó a la isla durante el siglo XIX con el objetivo de retirarse “de un mundo cruel para un hombre santo”. Su casa se convirtió en el lugar perfecto para recibir a los peregrinos.
Actualmente, y tras nueve meses de demolición y reconstrucción, el espacio ha adquirido un nuevo aspecto. El mausoleo de Aïn Diab se ha convertido en una biblioteca y en varias salas de exposiciones con vistas al océano Atlántico. El espacio fue inaugurado el pasado 19 de septiembre bajo la coordinación del Ministerio de Habous y Asuntos Islámicos.