Albert Serra ha revolucionado el Festival de Cine de San Sebastián. Si sus ficciones siempre ponen en entredicho y sacuden el mediocre cine industrial, su primer documental ha hecho temblar el Zinemaldia. A Serra le gustan los retos, y realizar una obra de no ficción sobre la tauromaquia era uno de ellos. Lleva cinco años trabajando en lo que finalmente se ha convertido en una película de ficción. Tardes de soledadLa película más esperada de la Sección Oficial.
Serra repite patrones de sus películas narrativas y los aplica a un filme que sitúa la mirada a la altura de la plaza de toros donde se asiste a la violencia infligida al animal, que escuchamos incluso mientras respira. Pero también se cuela tras los bastidores de la cuadrilla taurina y allí los retrata interpretando una masculinidad caduca. Lo consigue sin forzarlo. A fuerza de filmar y buscar.
Hay algo, sin embargo, que sí parece diferente esta vez, y es que Serra ha sido mucho más cauto en sus respuestas que en otras ocasiones. Ha dejado que la película hable, se la ha echado en cara a los espectadores, dejándoles que saquen sus propias conclusiones. Tiene pocas certezas, pero una de ellas es que siempre hará las películas que él quiera y no las que le pidan.
¿En qué momento decidiste hacer una película sobre tauromaquia?
Es un mundo que no me resulta del todo ajeno, pero tampoco soy un aficionado asiduo. Había ido a una o dos corridas de toros en los últimos años. Las que daba José Tomás en Barcelona. De pequeño también iba alguna vez… pero eso ya lo tenía olvidado. Esto venía del máster de documental en la Pompeu Fabra, donde me dijeron que tenía que hacer un documental con ellos, y yo siempre respondía que no tenía ningún tema que me interesara documentar. Y después de tanto insistir un día dije, ‘joder’. Pensé que era un tema que entrañaba una dificultad, porque si dices toros ahora me parece una cosa un poco cursi que a priori no parecería muy asociada a mis maneras modernas. Se lo dije y primero dijeron, ¿ahora los toros? Se lo pensaron un par de días. Sé que pensaron que quizá ahora no era adecuado, pero por qué no. Ese fue el principio.
Hay una cosa curiosa, que es que un día, estuve con uno de los productores, Luis Ferrón, en uno de los eventos en Madrid. Estábamos hablando de esto y estaba Frederick Wiseman (uno de los documentalistas más prestigiosos del mundo). Hablamos con él sobre el proyecto y le encantó. Cuando me fui le dijo al productor, si no lo hace él, lo hago yo. Y eso me animó aún más, le dije, hagámoslo. Fue una combinación de circunstancias, pero siempre fui consciente de la dificultad. Sabía que sería un poco polémico por el tema en sí.
La pregunta es obvia y quizá hasta alguno de los productores se la haya planteado: ¿es esto taurino?
Yo estoy a favor… bueno, no estoy en contra. Obviamente prefiero que exista a que no exista. Sin duda. Pero este tipo de actitud no te sirve para hacer una película, y menos para hacer un documental. Lo bonito es precisamente ponerse en ese estado de inocencia, en esa posición de búsqueda. Vas a documentar un tema que existe, pero puedes intentar que la cámara busque cosas inéditas, cosas que te sorprendan, cosas que no podrías encontrar de otra manera. Y sobre todo cosas que los ojos humanos nunca han visto o a las que no hemos tenido acceso. Para eso está. De lo contrario, sería muy aburrido. De lo contrario, ya tienes las emisiones de televisión.
¿Qué te ha sorprendido?
Me sorprendieron los diálogos de la película, que fue algo que descubrimos a medida que la filmábamos. Hay una poesía detrás, vienen del universo de su vida. Frases como “Así es la vida”, “Los frentes del alma” o todo el tema relacionado con la verdad, que es otra palabra que sale mucho y es muy interesante, porque es algo que se pierde totalmente en el mundo contemporáneo, donde todo se reduce a la comunicación o al efecto que se crea. Y dicen cosas como “Verdad plena” o “Con qué verdad has matado”… Una especie de poesía que yo ni sabía que existía. Todo eso viene de la radio y lo vimos con el proceso de edición muy avanzado.
Lo que la televisión siempre hace es banalizar. Aquí pretendemos hacer lo contrario, amplificar, utilizar todo y ser parte de la realidad.
Alberto Serra
— Cineasta
A nivel estético también te sorprendes. Porque yo he visto fotografías de toros, pero no he visto planos sostenidos, planos largos. Planos como esos en los que seguimos la cara del torero, con ese tipo de vibración, estando en una situación límite, pero aguantando el plano un poco más… son cosas que me sorprendieron y que creo que tenían un interés artístico indiscutible.
Hasta ahora las corridas de toros se han visto por televisión. ¿Esta retransmisión televisiva ha mostrado una versión diluida de las corridas de toros?
Lo que siempre hace la televisión es banalizar. Aquí se pretende hacer lo contrario, amplificar, utilizar todo y ser parte de la realidad. Esto es un documental. Si la película no tuviera esos momentos de… no diré de crueldad, pero de trascendencia sobre la vida y la muerte, no sería lo mismo. No tendría la misma profundidad. Es parte del tema. Es lo que es y es lo que la hace única también. Lo que la diferencia de cualquier otro programa. Para mí era obvio que tenía que estar ahí. No va a cambiar la opinión de nadie, pero me gusta la idea de que esté ahí visualmente. Es un poco una cuestión de honestidad de la película en sí. Es una cuestión importante. Quería honrar la honestidad y el compromiso del torero, pero también un retrato paralelo e igualmente honesto de todos los demás elementos. Por eso se evita al público, se evita el folclore. No todo se puede reducir a un debate, y no creo que esto se pueda ver así.
Siempre hablamos de la moralidad de las imágenes, de si una de viaje O es una cuestión moral o es un primer plano. Es cierto que al ser un documental es mucho más complicado elegir esto, pero ¿hasta qué punto se ha tenido en cuenta después, en el montaje, la moralidad de las imágenes?
Evidentemente, después de tantas horas de grabación, hay que elegir. Mi proceso de montaje no ha sido diferente al de las películas de ficción que he hecho. De entre todas las imágenes elijo las que me gustan, por el motivo que sea, de forma totalmente arbitraria, y con ellas y con otro montador construimos la película. Esa arbitrariedad en esa primera elección hace que la película escape a cualquier tipo de reducción ideológica. A partir de ahí, sí, claro, hay que valorar y calcular muchas cosas. Hay imágenes más o menos crueles. Más o menos largas… Hay gente que pensará que debo ser un poco más equilibrado, y yo me pregunto por qué. Yo quiero hacer lo que quiero. Ser equilibrado no es un criterio para mí. Para mí el equilibrio es tener una lógica formal interna, o tenerlo a nivel de atmósferas, pero no tener más contenido de un tipo que de otro. Además, al ser documental hay algo fatal. Tengo las imágenes que tengo.
Pero para responder a tu pregunta, más allá del azar o la arbitrariedad, entra en juego mi gusto. Y no me pregunto por qué me gusta o me disgusta una imagen. Hay imágenes más angustiosas, o con más sangre, que no hemos incluido, quizá porque no eran tan bonitas… No lo sé. Todo es cuestión de elección y siempre hay algo moral en ellas. Siempre. Éste es el retrato del toreo que ha hecho una persona que no forma parte de él. Nos dieron acceso y libertad para ofrecer una visión completamente libre y, creo, estética y con potencial artístico.
Usted ha hablado de honestidad. ¿Esta honestidad coloca a la película en una posición en la que tal vez no guste a los aficionados a los toros o a los antitaurinos? ¿Ha pensado en cómo podría ser recibida?
Inevitablemente piensas en ello porque había mucha gente involucrada, porque incluso hicimos una proyección para la comitiva del torero, pero no cambiaría nada pensando en ese recibimiento. Sé que fue un tema bastante polémico y espinoso. En cierto modo estás dando la imagen de algo, reflejando una imagen de una práctica. Entonces, ¿qué imagen va a quedar? Pero, ¿qué quieres que te diga? Si yo pensara esto, si escuchara a algunos, tendría que poner unas imágenes, y si escuchara a otros, tendría que poner otras.
Si tuviera que prestar atención al cien por cien al torero, probablemente sería un publirreportaje sobre su mejor corrida del año. No puedo. De alguna manera no puedo ser consciente de esto. Sé que el debate está ahí. La película que he hecho al final es la que me gusta y en la que todo tiene su sentido y todo tiene una razón de ser. Es un tema muy sutil donde cada uno tiene su opinión. Nunca acabarías si escucharas a la gente. No se pueden hacer cosas para agradar a la gente. Y menos algo así. Así que tiene que haber algo de honestidad también.