A sus 45 años, Julián López es uno de los valores seguros en nuestro país a la hora de hacer comedia. La sonrisa y la carcajada corren por las venas de este músico y actor que se dio a conocer en ‘La hora chanante’ y que, desde entonces, ha construido una sólida carrera centrada en el humor. Este viernes regresa a las salas de cine con ‘Matusalén’ (David Galán Galindo), una discreta comedia donde da vida al Albert, un rapero cuarentón anclado en el pasado: vive con su abuelo, viste como cuando tenía veintitantos y trabaja llevando pizza de aquí para allá. Un ultimátum de su padre le llevará a ingresar en la carrera de Periodismo donde hará nuevas amistades y volverá a reencontrarse con un amor no correspondido.
-¿Cómo le llega el papel y qué le atrajo del proyecto?
-Me lo ofreció directamente David Galán Galindo, al que ya conocía desde hace bastantes años, pues participé con él en un cortometraje para el Notodofilmfest. Y, bueno, desde entonces habíamos mantenido más o menos la relación, pero jamás pensé que se iba a acordar de mí de esta manera, para ofrecerme algo que, además, a él le toca tanto, como es el universo del rap y del hip. brincar. Tuvo confianza plena en mí. Y a mí sobre todo lo que me atraía era que era una historia con bastantes personajes. Él ya me anticipó cuáles podían ser algunos de ellos, con lo cual encontraba gente que eran también amigos míos o amigas, como en el caso de Miren Ibarguren. Tenía muchos atractivos y te confieso que, además, también acercarme de esa manera al rap, que es una disciplina que yo la tenía bastante apartada, pues como que me motivaba para ver si era capaz de poder hacerlo.
-Eso le iba a preguntar. Da vida a un músico, pero no precisamente de conservatorio como lo es usted, sino a un rapero. ¿Le gustaba ya el rap o lo miraba un poco por encima del hombro?
-Pues mira, fíjate, yo que vengo de la música clásica, he procurado siempre no mirar por encima del hombro ninguna disciplina, porque sé que todas entrañan dificultad. No le digo por quedar bien, me lo he intentado tatuar en mi cerebro, no solo con la música, sino luego lo he trasladado a muchas otras artes. Me gusta siempre como ponerme en lugar de los otros. Lo que pasó es que me gustaban muchos géneros y ya, simplemente por espacio, no cabía ninguno más y eso que sí que tenía amigos que escuchaban rap y que me enseñaban cosas y yo decía: «Ah, pues esto mola». Pero no me lo llevaba a mi terreno, no me ponía discos en casa o no me los compraba. Nos constaba que a muchos raperos el grupo chanante-muchachada, el humor que hacíamos, les gustaba mucho y cuando nosotros conocimos a Violadores del Verso en unas actuaciones en Zaragoza, hicimos buenas migas y salimos de fiesta y eso ya hizo que me acercara un poco. más. Después sí empecé a conocer un poquito más los trabajos en solitario de Kase. O y SHO-HAI.
-¿Y cómo ha sido meterse en la piel de uno?
-A la hora del rodaje de esta película sí que quería acercarme, todo lo posible, imbuirme en ello. David me asesoró bastante, me dijo: «Escúchate este disco o este otro». También me habló mucho de la ‘old school’, que va más con el personaje y al final fue la banda sonora de mi rodaje. He de decirte que cuando encaro un papel en una serie o en una película, me hago mi banda sonora, ya no solo que tenga que ver con el personaje, sino también con las escenas que vaya a abordar. Aquí no solo había rap, pero era la mayoría, así que se convirtió en mi banda sonora. Cada vez que me llevaban al rodaje por las mañanas temprano, yo iba con mis cascos escuchando música y conseguí que ese ritmo que tiene interno me calara en el cuerpo y no solo a la hora de rapear sino en la actitud, a la hora de estar. , andar y hablar… Eso me ayudó mucho y estoy muy contento porque han ganado un adepto conmigo.
-Exhibe su ‘flow’ a lo largo de la película, ¿con eso se nace o se puede aprender?
-Es difícil de contestar. Como vengo del mundo de la música, sí que me he hecho esta pregunta muchas veces. Claro, nos enseñan el lenguaje musical, nos enseñan un instrumento, pero reconoces también quién tiene algo innato y quién no, porque yo he conocido grandes músicos que luego les faltaba alma, ¿sabes? Se notaba que, en realidad, era un traje que les habían hecho ponerse y ya está. Yo creo que aquí hay que tener algo interno que, por suerte, según me dijeron ellos, lo tenía. Es decir, cuando hicimos las pregrabaciones en el estudio de Quiroga, ahí estaba Haze, estaba el propio David… Yo les decía: «Por favor, sed sinceros y cualquier cosa que me tengáis que decir, que corregir, decídmela porque queremos hacer una versión fidedigna de lo que puede ser un rapero real con esa edad». Y entonces es verdad que sí dijeron: «Es que tú tienes el ‘flow’». Me iban dando sus puntualizaciones y las iba recogiendo, pero también me explicaron que si no lo llego a tener, hubiera sido mucho más difícil hacer esto y que hubieran estado conmigo semanas aquí grabando para ver si conseguíamos los temas.
-La cinta habla, de alguna manera, de estas personas que se quedan un poco ancladas en el pasado, ¿es muy nostálgico o no?
-Pues para bien o para mal, sí, porque aún en día, no sé si es bueno o malo, fíjate. Me lo sigo planteando, o sea, pienso mucho en esto, te diría que diariamente, porque sí que caigo mucho en la nostalgia, o mejor dicho, estoy tratando de recordar, pero convivir con esos recuerdos, saber que es algo que ha pasado antes. , que ya no está, y abrazarlo sin que hiera. Porque muchas veces la nostalgia hiere mucho, porque tendemos a pensar que eso ya fue mejor, que ahora estamos en un momento incierto, que vas cumpliendo años y creo que estoy aprendiendo a eso, a recordarlo con una sonrisa en la cara, pero saber también que el tiempo es ahora y vamos hacia adelante y que también nos pueden esperar muchas aventuras, que la vida es la que llevamos ahora y, bueno, que convivan como ambos mundos, aunque estén en planos distintos, pero que convivan. Estoy en ese trabajo, sí.
-No sé si, como al protagonista de la película, se le ha quedado clavada alguna espinita. No la de no triunfar, evidentemente, pero sí si le hubiera gustado cumplir alguna otra meta.
-Me considero un afortunado porque la música siempre ha sido mi pasión y estuve bastante de lleno dentro de ella porque he tenido la oportunidad de tocar en muchas formaciones, en bandas de música, orquestas sinfónicas, de cámara… Llegó un momento en que decía: «Joder, me gustaría seguir siendo músico las 24 horas». Pero tengo la suerte de que lo he vivido muy de cerca, no se ha quedado a medias, y luego se me abrió otro camino, que es este, que también estoy súper contento con él, y dice: «Bueno, pues ahora estoy en esta etapa». Y lo llevo más o menos bien, te diría. Quizás, mira, soy muy futbolero y me hubiera gustado también saber jugar muy bien al fútbol, porque cuando jugaba era de los paquetes, digamos. Aunque bueno, tenía mi momento de brillantez, pero me hubiera gustado ser mejor futbolista.
-El filme también traslada un mensaje al espectador: el de seguir intentándolo siempre y no rendirse. ¿Es usted muy cabezota?
-Lo justo porque considera que también el mundo te manda señales, ¿eh? Y cuando tú estás intentando algo y ves que no se te da bien debes darte cuenta de que igual no estás programado para esto. Yo sé muy bien las cosas que puedo abordar y las que digo: «Es que no estoy hecho para esto». Y no pasa nada, ¿eh?, aunque te guste. Está muy bien intentarlo y en la película también se habla de las segundas oportunidades, pero a lo mejor a la novena oportunidad, si no te sale, puedes intentar otra cosa, que quizás también estés programado para esa, y no lo sabías, y puedes buscar. Está bien tener curiosidad y tocar todos los palos posibles, pero es indudable que ser bueno en todo eso solo lo hacen los genios.
-La cinta toca también esa fricción entre los deseos de los hijos y las imposiciones de los padres. ¿Cómo se tomaron los suyos el salto a la comedia?
-Pues he de decir que más o menos bien. Mi padre sí que era como más reticente. El me decía: «Oye, si te empeñas un poquito, igual puedes hacerte con un trabajo que esté bien». Ya sabes, esta cosa de la seguridad de los padres. Mi madre siempre tuvo un espíritu más libre, como mis hermanas, más de decir: «Ay, qué guay, pues sí, que se vaya a Madrid, que retome el conservatorio allí y que haga estas cosas con los colegas estos de los que nos ha hablado». Y mi padre, ya te digo, era como el no sé yo si estás haciendo bien, pero en el fondo me dejó, no fue un padre castrador. De hecho, hoy en día mi padre ha gozado muchísimo con lo que he hecho, también tiene muy buen sentido del humor, al igual que mi madre. Y ha habido como un punto de encuentro por eso. Mira, en la película, por ejemplo, hay una cosa muy bonita que son detalles y es que tanto el personaje de Antonio Resines, que es mi padre, como el Albert, repiten tics físicos y tonterías que te llevan a decir: «Claro, si es que son padre e hijo».
-Vuelve a compartir plano con Raúl Cimas y Carlos Areces. Eso debe de ser como una reunión de viejos amigos, ¿no?
-Sí, ya lo creo. Hay varias secuencias en las que estamos los tres juntos, una de ellas hacia el tramo final de la película, sobre un escenario, que es muy especial y emocionante. Creo que desde aquella época no habíamos estado los tres juntos porque con Raúl sí había hecho cosas en teatro y con Carlos en otro sitio, pero estar los tres juntos era lo más parecido a volver a estar en ‘Museo Coconut’, ‘Muchachada Nuit’ o ‘La hora chanante’. Y fue muy bonito reencontrarse en esta vida en la que cada vez te puedes ver menos con determinadas personas. Estábamos allí como en el colegio. Y luego está la seguridad a la hora de abordar las escenas, es que con los ojos ya nos entendemos. Son tantos años que uno le lanza la frase al otro y el otro ya sabe por dónde puede salir. Casi no necesitábamos ni papel ni guion.
-¿Por qué cree que después de tanto tiempo el espíritu chanante sigue tan vivo?
-Pues creo que responde a que se hizo con una libertad y con una falta de pretensiones grandísimas. Puede parecer una paradoja, pero las raíces son más fuertes cuando algo se hace así. Muchas veces nos obcecamos con ‘venga, vamos a apuntar esto bien y vamos a ser muy concienzudos y muy sesudos para hacer esto’ con vistas a que dure y tal. Nosotros como no lo hicimos así, paradójicamente, se ha enraizado de una manera muy profunda entre gente de mi generación, gente más joven y algunos mayores. Y yo lo he ido comprobando a lo largo de otros rodajes que siempre se me acerca alguien y me dice: «Es que yo era de los vuestros, os veía y tal». Yo a veces me olvido un poco pero luego digo: «Joder, cómo caló». Y fue porque lo hacíamos por pasarlo bien, de manera genuina, auténtica, sin buscar ‘voy a ser quien no soy’. Era un crisol de personalidades cómicas, cada uno portaba lo suyo y por arte de magia conectaban.
-C. Tangana dice habitualmente que el no se ve como rapero a los 40 oa los 50 años. ¿Crees que hay una edad para ciertas cosas?
-Pues bueno, yo creo que si él la frase la fórmula así, es una realidad que no se le puede rebatir. Él no se ve. Otra cosa es que alguien al lado piense: «Pues si tú sigues haciendo, yo no te diría nada». La clave es esa. Si yo quiero seguir vistiendo pantalón corto con 80 años, me da igual lo que piense el de al lado. Yo últimamente estoy poniendo el ejemplo de los Rolling Stones, que es una banda que siempre me ha gustado. Si a los 30 hubieran dicho: «Chicos, ¿qué hacemos a los 30 con los pantalones pegados? Nos creemos que somos los chavales de 17, pero no es así, vamos a dejarlo». Se hubieran dejado 50 años más, de discotecas, conciertos y tal, me hubieran privado de eso. Ellos decidieron seguir y nadie somos nadie para decir nada. Pues no, si no quiere estar con su nieto y quiere estar en el escenario, vamos a dejarle. Así que yo soy partidario de eso.