Existen dos factores limitantes fundamentales para el desarrollo de los trasplantes. Por un lado, la desproporción oferta/demanda, que se intenta mejorar con medidas organizativas o con el uso de animales genéticamente modificados, hasta ahora con poco éxito. Por otro lado, el rechazo sigue siendo la espada de Damocles para los trasplantados, y los medicamentos inmunosupresores disponibles, aparte de no poder prevenirlo al 100%, tienen multitud de efectos secundarios, sobre todo a largo plazo. De ahí que una de las principales vías de investigación actual sea alcanzar un estado de ‘inmunotolerancia’: conseguir que el paciente trasplantado tolere el órgano como si fuera suyo y en consecuencia no necesite medicamentos inmunosupresores, o sólo en dosis bajas, por lo que evitando sus efectos nocivos y logrando la supervivencia indefinida del trasplante.
Este artículo va en esa línea. Uno de los procedimientos más estudiados para conseguir la inmunotolerancia es combinar el trasplante de órgano con otra médula ósea u otra forma de progenitores hematopoyéticos del mismo donante precedido de un tratamiento preparatorio. Se han obtenido resultados prometedores con varios órganos abdominales, pero no con el trasplante de corazón, lo que plantea múltiples interrogantes. Lo que han hecho los autores utilizando grandes simios como animales de experimentación es trasplantar un corazón, o un corazón asociado a un riñón y un trasplante de médula ósea del mismo donante. La inmunotolerancia se indujo sólo cuando el riñón estaba asociado al corazón trasplantado, situación en la que los animales no experimentaron rechazo.
Al hablar de los mecanismos por los que podría producirse este fenómeno, que los autores denominan con un término muy fonético, KICAT (tolerancia al injerto cardíaco inducida por el riñón), descartan toda una serie de posibilidades como que pueda deberse a la eritropoyetina fabricada por del riñón o a mayor o menor similitud genética entre donantes y receptores, y concluyen que se debe a la presencia en el riñón de estructuras linfáticas ricas en un tipo de células T reguladoras que no estarían presentes en el corazón. Estructuras similares podrían explicar por qué los trasplantes combinados en los que el hígado aparece como uno de los órganos generan menos rechazos que los de otros órganos aislados.
El artículo representa una contribución experimental sin duda interesante para comprender mejor cómo abordar la inmunotolerancia en la clínica. El trasplante combinado corazón-riñón representa el 5% de todos los trasplantes de corazón en Norteamérica (en España es menos del 1%) y por ello los autores plantean la necesidad de protocolos comunes que permitan profundizar en este fenómeno y mejorar los resultados.