Lunes, 23 de septiembre de 2024, 22:47
El médico no daba crédito a sus ojos: “¿Quién es este extranjero? Ningún malagueño había tenido nunca tanta gente viniendo a donar sangre”. Mientras esperaba para ser sometido a una operación de vida o muerte en un hospital de Málaga, varios amigos estiraban los brazos en una habitación cercana para donar sangre para una transfusión que sería vital para salvarle la vida.
Corría el año 1992 y ese extranjero era Robert Harvey (1924, Lexington – 2004, Macharaviaya), el afable ‘Don Roberto’ para los locales y un artista pop «ecléctico» para los circuitos artísticos. El artista norteamericano había encontrado su lugar en el mundo en un rincón de la Axarquía tras codearse con aristócratas, estrellas de Hollywood y escritores de prestigio, desde Barbara Hutton y Eva Marie Saint, hasta Truman Capote.
Ahora, 20 años después de su muerte y 100 años después de su nacimiento, el pequeño pueblo de Macharaviaya, en la zona de la Axarquía al este de la provincia de Málaga, rinde homenaje al hombre que llamó al lugar su hogar durante muchos años.
El pintor es recordado cada año en el pueblo (hasta ahora se han celebrado 17 encuentros de los Amigos de Robert Harvey) y todos le tienen en alta estima, pero resulta incomprensible la ausencia de su obra en las colecciones públicas de su tierra adoptiva. «Salvo alguna presencia puntual en la Casa Natal de Picasso, ni el CAC ni el Museo de la Aduana tienen obra de Robert. Y eso es un hándicap, porque si a los escritores hay que conocerlos leyéndolos, a los pintores hay que conocerlos viéndolos», afirma Alfredo Viñas, su antiguo galerista. La mayor parte de su obra está en colecciones privadas. «Y él se merece tener su propio espacio, una sala donde la gente pueda disfrutar de él y guardarlo en su memoria para siempre», añade José Antonio Robles, su heredero.
“Don Roberto era muy buena persona”, repite José Antonio. “Cuando quieres a alguien así, como a un padre, es difícil”, asegura. José Antonio Robles tenía sólo 14 años cuando conoció a Robert Harvey. Corría el año 1973. El norteamericano necesitaba ayuda para reformar el caserío que acababa de comprar en Macharaviaya, que en su día fue residencia de verano de la ilustre familia Gálvez.
Su nombre ya es evocador: La Huerta del Ángel. A partir de entonces, José Antonio trabajó a su lado, cuidando la casa, regando las plantas, haciendo recados y cuidándolo hasta el final, hasta que un tumor se llevó la vida del artista de forma repentina en 2004. Era como un hijo y por eso lo nombró su heredero.
José Antonio y su esposa María Victoria no se enteraron de la herencia hasta la apertura del testamento: de repente eran los herederos de unos 80 cuadros de Harvey, pero también recibieron la responsabilidad de defender y difundir el legado del artista. Podrían haberlo vendido todo y llevar una vida más cómoda, pero con ello habrían fallado a ‘Roberto’. Así que, en lugar de eso, comenzaron a organizar exposiciones con su colección, como la que actualmente se encuentra en el Museo de Nerja y la que se exhibe en el Museo Gálvez de Macharaviaya, con cuadros de su colección privada con motivo del centenario de su nacimiento.
Durante los más de treinta años que estuvo al servicio de José Antonio, éste fue testigo de cómo su arte y sus amistades crecían en Málaga. También mejoró su español, aunque nunca perdió su marcado acento americano. La Huerta del Ángel -hoy alquilada por un matrimonio inglés para escapadas rurales- fue durante esas tres décadas uno de los lugares más cosmopolitas de Málaga, un lugar donde artistas y amigos malagueños se reunían con otros de San Francisco y Nueva York tomando paella y buen vino.
Un par de veces, «al menos», recibió la visita de Eva Marie Saint, musa de Alfred Hitchcock en películas como Con la muerte en los talones y una de las pocas supervivientes de la época dorada de Hollywood que ha celebrado su centenario.
Se movía con naturalidad en esos ambientes, “pero no hacía alarde”. “Era muy sencillo. Había que sacárselo porque no te lo contaba él solo”, cuenta Antonio Delgado, uno de los habituales de aquellas comidas en la Huerta del Ángel, buen amigo.
Convirtió su casa, La Huerta del Ángel, en un refugio cosmopolita en medio del campo, punto de encuentro de artistas locales e internacionales.
Se ganó el cariño de todos. «Sabía escuchar, y eso no es algo que pase muy a menudo», recuerda Antonio. Hicimos las cuentas y había 30 años de diferencia entre ellos. «¡Nunca lo había pensado! Era una persona muy jovial y a la vez muy moderna». Pero en serio. «Decía que lo moderno no es lo que está de moda, que es una actitud que se tiene o no se tiene». Y Robert la tenía.
Además, «era una enciclopedia ambulante». En su casa de Macharaviaya se leían de todo, desde el New Yorker hasta las últimas revistas internacionales de cine, moda y arte. Estaba al día de todo y tenía una amplia formación. El pequeño Bobby, como le llamaban en el colegio, siempre tenía claro su camino.
En el documental español ‘Oficio de pintor, oficio de vivir’ (Cedecom), cuenta cómo, siendo niño, el profesor preguntó a la clase qué querían ser de mayores. Y él no dudó: «Soy pintor», dijo en presente. Cuando se encontraron años después, ya artista, el profesor no había olvidado aquella contundente respuesta.
Siendo muy joven comenzó a viajar por el mundo: a los 18 años abandonó Carolina del Norte para estudiar en Florida en la Escuela de Arte de Sarasota; poco después se trasladó a Nueva York para trabajar en una empresa de enmarcado que le introdujo en los círculos artísticos; y años más tarde consiguió una plaza en el Instituto de Arte de San Francisco. Durante veinte años formó parte de la vida bohemia y extravagante de la ciudad californiana, sin dejar nunca de viajar por EEUU y Europa. Una de estas rutas le llevó a España junto a la adinerada Barbara Hutton.
Hasta que estalló la guerra de Vietnam. Según contó a su familia, su oposición al conflicto le llevó a abandonar EEUU. Viudo a los 30 años, Robert quería asegurarse de que su hijo no fuera a luchar. Un día vio un anuncio en el periódico local de una casa en Frigiliana y allí se fue. Tenía 47 años cuando se instaló en la que era su puerta de entrada a la Axarquía. Al año siguiente, en uno de sus paseos, vio a lo lejos La Huerta del Ángel, con los tejados caídos y medio destruida, pero le cautivó.
Ésta es la versión oficial de por qué acabó en Málaga, pero hoy en día pocos la creen. «Estoy convencido de que huía de un pasado que no le gustaba nada», asegura su amigo Antonio Delgado, que ha dado muchas vueltas a esta cuestión. El hijo fue una excusa. De hecho, nunca le acompañó a España y siempre mantuvieron una relación muy complicada. Él simplemente «quería empezar una nueva vida» y superar un ciclo depresivo.
El cambio de aires funcionó. “Aquí creció y creció. La ruptura con EEUU fue un punto de inflexión. Había elegido a su familia, todos le tenían devoción”, cuenta su amigo Antonio. Y su arte evolucionó. “Formalmente era muy pop, pero los contenidos de su obra eran muy diferentes a los que interesaban en aquella época en EEUU, que estaban muy orientados a los medios de comunicación y a la cultura de masas”, comenta Alfredo Viñas, que parafrasea al crítico Enrique Castaños cuando lo definió como “un artista pop ecléctico”. Era un creador “muy libre”.
Le influyeron las técnicas presentes en el arte americano de los años cincuenta y sesenta, como el fotorrealismo, «pero no se mantuvo servil a ese lenguaje». Su paleta, recuerda Viñas, «se hizo más clara en sus últimos años con delicadas transparencias». Y se hizo más creativo. Se inspiró en el mundo rural y, tras la grave operación de 1992, empezó a pintar paisajes, campos de trigo, buganvillas, almendros… por primera vez. «Seguía pintando personas, pero podía hacer otras cosas», dice Delgado. Era su manera de aprovechar al máximo la extensión que le había dado la vida.
Macharaviaya celebra el centenario instalando dos esculturas en la calle que recrean sus pinturas
Su recuerdo sigue siendo motivo de reencuentro cada año y este año más aún. El sábado 28 de septiembre, la Asociación La Huerta del Ángel-Amigos de Robert Harvey organiza una jornada de celebración en Macharaviaya, con una charla sobre su vida -a cargo de Lorenzo Saval, Guillermo Busutil, Antonio Delgado y el alcalde Antonio Campos-. Se inaugurarán dos esculturas de Harvey en las calles del pueblo y Don Roberto volverá a casa.