Vi algunos momentos del debate televisado entre los dos candidatos a la Casa Blanca y la experiencia fue similar a cuando contemplamos algo que nos repugna pero de lo que no podemos apartar la mirada: un gato aplastado en una zanja, el cráneo descompuesto de una oveja. comido por gusanos, una extraña malformación en la cara de alguien. Las vacilaciones de Biden produjeron una mezcla de lástima y vergüenza: ¿por qué diablos ese hombre, pensé, no está ya en su casa, en pijama, tomando algo de abrigo antes de irse a dormir? Tiene 81 años, pero Trump no es mucho más joven: a sus 78 años, con su pelo rubio y su arrogancia, su lenguaje no verbal intenta transmitirnos todo el tiempo su desproporcionado nivel de testosterona. El lenguaje feminista, que ha producido tantas tonterías hilarantes en los últimos años, ha tenido, sin embargo, algunos descubrimientos felices. Pollavieja es uno de los más brillantes. Ni Trump ni mucho menos Biden están capacitados para presidir el gobierno más importante del mundo. Trump debería haberse retirado mucho antes de ser condenado y Biden ni siquiera debería haber considerado la posibilidad de revalidar su presidencia. Ambos son increíbles. He conocido en la vejez a personas de extraordinaria lucidez. Eduardo Mendoza, por ejemplo, tiene la misma edad que Biden, pero su cerebro es ágil y fresco como el de un adolescente. Lo mismo ocurre con Luis Landero, a sus 76 años: es capaz de escribir páginas que merecerían fotogramas. Pero son una excepción, porque en literatura, como en otros ámbitos, no es lo habitual. El último libro de García Márquez nunca debió publicarse. Las últimas obras de Saramago o Benedetti produjeron lástima. Es cierto que vivimos en tiempos de exaltación del adamismo y que deberíamos prestar más atención a nuestros mayores. Pero no es menos cierto que muchas personas mayores no son capaces de comprender que su tiempo ha terminado, y que es más recomendable doblar las velas y optar simplemente por la contemplación y el silencio. Montaigne, que sabía algo de la muerte -había perdido cinco hijos y era un espectador excepcional de los estragos de la peste en Burdeos- anhelaba que la muerte le sorprendiera cuidando las coles de su jardín. Es el único jardín en el que deberían involucrarse algunas personas mayores que alguna vez contribuyeron significativamente a la cultura, los negocios o la política y que en sus últimos años parecen decididas a destruir su propio patrimonio. En De Senectute, Cicerón nos dio un verdadero tratado sobre cómo aprender a afrontar la vejez. También sobre la honestidad: «Ni las canas ni las arengas pueden proporcionar de repente autoridad, pero es la vida anterior vivida con honestidad la que recoge los últimos frutos de la autoridad», asegura. Trump, Biden y muchos otros deberían seguir esa enseñanza.
Gemínidas en diciembre, Cuadrántidas en enero
Gemínidas y Cuadrántidasdos de las mejores lluvias de estrellas, podrán verse estos días de invierno en nuestro país. De hecho,...