El Transiberiano ha inspirado un puñado de historias, pero sólo una lleva el sello de una pareja singular: Eva Orúe, periodista y directora de la Feria del Libro de Madrid, y Sara Gutiérrez, oftalmóloga y autora de El último verano de la URSS, Se conocieron cuando ambos trabajaban en Moscú en los años noventa. Tiempos difíciles para dos mujeres que se enamoraron. De esa relación, que ya pasó por el Registro Civil, surge una historia común del viaje que los unió para siempre: En el Transiberiano (Reino de Cordelia). Orúe, nacida en Zaragoza, y Gutiérrez, en Oviedo, son de 1962.
Preguntar. ¿Un libro de amor o de viajes?
Sara Gutiérrez. Viajar.
Eva Orue. De amor… ¿De amor a viajar? (risas).
SG Es un viaje vital. Nos movía el amor como pareja, pero escribirlo es por amor a la verdad, para que la gente sepa lo cruda que puede ser la vida debido a circunstancias sociales siempre efímeras. Necesitaba escribirlo para contar nuestra historia, que tiene final feliz, ya lo mencioné. En el camino hubo muchas vidas truncadas por prejuicios que incluso quienes los sufrimos asimilamos.
OE Y también amor por el trabajo, el periodismo, el conocimiento, la aventura y los viajes. Es un libro sobre un tren en dos convoyes diferentes: el histórico y el de nuestra historia. Hay una historia de amor entre nosotros y de amor por un país, que es Rusia.
P. Primero aclaremos algo que se cuenta en el libro: ¿Realmente Sara le regaló un cristal cuando la conoció?
OE Me dio un ojo completo y la lente saltó sobre la mesa de la oficina. Llegó en un pequeño tarro de mermelada.
P. ¿Fue de un cadáver, de un traslado, de un gulag?
SEÑOR Era un ojo que iba a ser desechado, después de todo. Probablemente uno de los que se utilizan para trasplantes de córnea o en consultas.
P. ¿Que quieres decir con eso?
SG Un ojo es hermoso de ver. En el fondo tenemos cosas muy hermosas en nuestro cuerpo.
P. También cuenta que, mientras estudiaba medicina, vivió con un esqueleto en la bañera durante sus estudios.
SG Sí, mi padre era muy inteligente y estaba bien relacionado. Y un amigo sepulturero le dijo que estaban sacando cuerpos de tumbas que no estaban pagados. Si quería ir a buscar algunos huesos, ahora era el momento. Pedí permisos y ahí fui. Tuve la suerte de encontrar un esqueleto entero con los pies en calcetines. Fue maravilloso. Mi madre decía que eran muy buenos porque con todo el cloro que puso en esa bañera, esos calcetines no se desmoronaron después de estar 25 años enterrados. Nunca supe si fueron a la basura o a un cajón.
P. Bien. Ya tenemos una relación esquelética, cristalina. Y van en el Transiberiano. ¿Es Siberia un mito?
OE Si le susurras Siberia al oído a alguien, le da un escalofrío. Siberia no existe administrativamente y al mismo tiempo hay una Siberia helada, inhóspita, donde murió mucha gente, un territorio cruel como muchos líderes rusos, pero también hay una Siberia donde la vida es normal y se puede vivir bien.
P. ¿Es como el oeste americano?
OE La diferencia es que en Rusia la colonización se organizó, fue voluntad del Estado, mientras que en Estados Unidos el pueblo fue a conquistar.
P. ¿Rusia mira hoy más hacia Occidente o hacia Oriente?
SG Hoy te miras el ombligo. Es un país que siempre está construyendo un imperio. El inicio del Transiberiano a finales del siglo XIX fue un intento de rusificar Siberia. Y la guerra con Ucrania es también otro intento de forjar un imperio.
P. Siberia suena a Solzhenitsin, a Navalny, al gulag… ¿Qué es Siberia?
OE Es un infierno helado, un cofre del tesoro cuya magnitud aún no podemos medir y que puede dar a Rusia una gran alegría.
SG Para mí es una franja de vida.
P. ¿Sabemos entender a Rusia?
SG No. Si el objetivo es la paz y la libertad no se puede entender un país que esté provocando violencia.
OE Durante los años de nuestro viaje se perdió la oportunidad de ganar a Rusia para la causa. Como no los entendemos, el enfoque de Occidente no fue bueno. En aquellos años todo era posible, una Rusia diferente, pero ha vuelto a ser la de siempre.
P. ¿Hasta qué punto Rusia es Putin y Putin es Rusia?
OE Putin representa el espíritu de buena parte de Rusia y, con su capacidad de imponer el terror, silencia al otro. Afortunadamente, Putin no es Rusia, pero encarna lo peor de una Rusia que sigue existiendo.
P. ¿Es mejor haber estado en Rusia?
OE Rusia te marca, es otra cosa. No vas a un país, entras en una zona desconocida, en una nueva dimensión.
SG Además teníamos pasaporte español que nos ayudó a salir del horror. No es lo mismo estar encerrado con la llave dentro que estar encerrado fuera, y nosotros estábamos encerrados con la llave dentro.
P. Dejaste la oftalmología para vivir con Eva. ¿Era tan imposible en aquella época tener una pareja femenina? ¿En Rusia o en España?
SG En Rusia pasó desapercibido. Pero en España nadie me hubiera respetado porque un médico necesita que la gente confíe en él, no confían en alguien que consideran depravado. Para desarrollar una carrera profesional como me hubiera gustado, también habría tenido que mentir, algo que ya no quería hacer. Lo peor de los prejuicios es que acabas asimilándolos.
P. ¿El Transiberiano resolvió entonces su relación?
OE El tren te da tiempo para hablar de muchas cosas. La verdad es que es un tren muy aburrido.
P. Gracias al aburrimiento ¿tenemos hoy pareja?
SG Y gracias a las horas de conversación en el tren, no había mucho más que hacer. El viaje fue para eso y se cumplieron los dos objetivos: conocerse y conocer el país.
P. Su plan era repetir el viaje, pero la guerra lo truncó. Si la guerra termina, ¿volverán?
OE Me gustaría, pero no es suficiente para poner fin a la guerra. Ucrania es un país muy querido y no les basta con dejar de matar. Se deben poner más condiciones antes de que Rusia recupere su estatus de país normal.
P. ¿Dejar que Putin termine?
SG Que se acabe.
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