Ser expulsado de un chat grupal, la forma de violencia online más denunciada por los propios adolescentes | Sociedad

De las diferentes formas de violencia en línea que existen, la más común entre los adolescentes es la exclusión de un chat grupal. Así lo afirmó el 51% de los 300 jóvenes de entre 14 y 17 años encuestados por la ONG Save the Children dentro de un proyecto de investigación presentado este jueves. Las redes sociales más utilizadas para chatear son WhatsApp, Instagram y Discord (herramienta de mensajería que ofrecen muchos videojuegos). La segunda razón reportada por este grupo son los intentos de controlar a sus socios en línea (el 49% de ellos así lo afirmó), seguido de la recepción de mensajes «maliciosos» en línea (48%).

Michelle Quintero, responsable de incidencia social de la ONG y coordinadora de la encuesta, explica que la expulsión de grupos online es el inicio de una forma de violencia que puede escalar y volverse exponencial en poco tiempo. “Es el primer eslabón de la cadena, a uno de los integrantes lo echan por expresar un comentario que no encaja, luego lo eliminan, es la cultura de la cancelación trasladada a los adolescentes”, señala. Al ser expulsado, ese joven expresa sentir miedo, ansiedad o tristeza. Al mismo tiempo, este acto tiene un efecto de contagio, y el resto de integrantes dejan de expresar sus sentimientos por temor a ser expulsados. «Si el más popular empieza a utilizar insultos, esa forma de comunicación se impone y eso lleva a la normalización de conductas o tratos violentos, ante el silencio o los aplausos del resto por miedo a ser señalados».

Según las respuestas de los encuestados, el 36,4% afirma haber presenciado cómo grababan a su pareja sin su consentimiento, y el 49% de ellos considera que «si un joven envía a sus amigos una foto comprometedora de su expareja, sus amigos lo harían». No haré nada.» Ante un caso de ciberbullying, 4 de cada 10 adolescentes justificarían que las personas que lo presencian no hagan nada por miedo a correr la misma suerte que la víctima, y ​​8 de cada 10 indican que les gustaría recibir más formación sobre violencia en líneade los cuales el 60% afirma que lo ideal sería que estos contenidos fueran proporcionados por sus docentes.

“Estos datos confirman la hipótesis de que los adolescentes no suelen asumir responsabilidades como espectadores, y ese es nuestro principal objetivo, involucrarlos, frenarlo y evitar que se perpetúe”, afirma Quintero sobre la herramienta que han desarrollado en colaboración con el Centro de investigación de ciencias del comportamiento Centre for Utilizing Behavioral Insights for Children, con sede en Londres, para practicar en escuelas secundarias. Se trata de una serie de materiales didácticos centrados en juegos de rol para que los adolescentes sean capaces de identificar diferentes tipos de violencia en el aula, como sextear cualquiera aseoy una hoja de ruta con pasos “muy claros” para saber actuar.

“Nos llamó la atención que la mayoría de los encuestados aseguraron que sus referentes son los personas influyentes a los que siguen en redes, pero para temas más espinosos sus grandes referentes son sus docentes, son las figuras a las que recurren cuando quieren información confiable, por eso decidimos que nuestro programa de formación se tenía que realizar desde los institutos, » dice Michelle Quintero. Por el momento, un total de 2.500 escuelas secundarias públicas y charter cuentan con los materiales, que también incluyen guías y un “protocolo de salvaguardia” para los docentes, en el que pueden saber qué pasos tomar cuando un estudiante reporta un caso, así como los primeros auxilios psicológicos recomendados, el procedimiento para presentar una denuncia, qué pruebas se deben recoger, o en qué casos deben estar presentes los padres o tutores legales, así como qué hacer con el resto del expediente. estudiantes involucrados en el ataque.

Los docentes también pueden encontrar dinámicas grupales para generar conciencia sobre estas formas de violencia. Por ejemplo, en el caso de la expulsión de los chats grupales, ha demostrado ser una herramienta eficaz para exponer el problema sin ofrecer los nombres de los afectados, y escenificarlo, para que otras personas se pongan en el lugar de la víctima. “Parece obvio, pero ahí es donde entra en juego el poder de la empatía. Es una manera de hablar de ello sin etiquetar ni señalar, y funciona”, afirma Quintero. Otro ejemplo de práctica en voz alta que ha mostrado buenos resultados es el hecho de que los adolescentes internalizan que expresar una intención en voz alta, entre pares, facilita que ese deseo se lleve a cabo. “Decir delante de los demás que vas a dejar de seguir una cuenta porque promueve la violencia tiene un impacto, tanto en los demás como en uno mismo, es un compromiso que resuena cuando se expone”.

Evite la polarización

Para José Antonio Luengo, coordinador del equipo de apoyo socioemocional de la unidad de convivencia y antibullying de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, que ha participado en esta investigación, la prioridad de las instituciones públicas debería ser evitar la polarización. “Tanto la prohibición y el ocultamiento de dispositivos, como la propuesta de posponer la solución o la negación de todos estos polos y la etiqueta de exageración, me parecen posiciones irresponsables: es necesario educar y contar con la implicación de los adolescentes. ”, indica. . En su opinión, el sistema educativo se ha quedado obsoleto y no tiene la agilidad para responder a las nuevas demandas, por lo que son necesarias herramientas externas como esta.

En España, el primer contacto de los menores con internet se produce a los siete años, y lo utilizan el 95,1% de los menores de entre 10 y 15 años, según el propio informe de la ONG Violencia Viral, publicado en 2019. Pero en En el ámbito científico , aún no existe evidencia sólida de la causalidad entre el uso inadecuado de las tecnologías y su impacto en la salud mental de los jóvenes. “Es sumamente complejo demostrar desde la ciencia esa relación causa-efecto, porque eso requeriría la implementación de grupos de control, y en estos temas tan sensibles no se puede atender a unos jóvenes y experimentar con otros a los que no se ayuda. «Lo que estamos viendo en consulta cada día es que existe una correlación imperdonable», afirma Luengo, quien señala que la exposición a contenidos violentos conduce a conductas nocivas como autolesiones, conductas suicidas o trastornos alimentarios, entre otras. “Todas estas interacciones tóxicas generan trastornos que no les permiten desarrollar una vida equilibrada y saludable”.

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Alejandro Alejandro

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