La parte baja de la finca El Terrerazo, que linda con el río Magro en Utiel, ha sido arrasada por el agua. “Hay zonas donde el viñedo y la capa vegetal literalmente han desaparecido”, explica su propietario, Toni Sarrión, de Bodega Mustiguillo. “Otras partes que se inundaron han quedado llenas de maleza, rocas, pinos y hasta electrodomésticos”.
En Turís, Ana Calvet, gerente de la cooperativa La Baronía de Turís, dice que el pluviómetro de la bodega dio más de 700 litros en 14 horas, cuando en un año de media caen 300 litros. El contraste es marcado si se tiene en cuenta que en la última cosecha se recogió menos de la mitad de la uva debido a la sequía. Ahora el agua ha arrasado los taludes y las infraestructuras de riego e incluso ha arrancado vides y olivos. Estiman que el 50% del área de cultivo de los socios está afectada.
De momento, ninguna de las dos principales denominaciones de origen de la provincia, Valencia y Utiel-Requena, tiene una estimación precisa de los daños y la superficie afectada. La primera, que abarca unas 32.000 hectáreas, ha resucitado en las últimas décadas el potencial de la variedad tinta bobal en producciones de calidad, aunque todavía está lejos de convertirse en la uva de moda. En este momento, el producto estrella de la zona es el cava, cuyo ámbito de producción se limita al municipio de Requena. En los últimos años, las burbujas locales se han beneficiado tanto de la alta demanda de espumosos como de la necesidad de uvas de las Cavistas del Penedès (Barcelona), tras varios años de persistente y preocupante sequía hasta el estallido de este otoño torrencial.
En la DO Valencia la peor parte se la han llevado las dos subzonas centrales de Moscatel y Valentino, que se superponen geográficamente. Aquí se ubican grandes embotelladoras con capacidad exportadora, como Valsangiacomo y Vicente Gandía, cuyas instalaciones de Chiva se vieron afectadas por la crecida, o grandes cooperativas como Agrícola del Villar, en Villar del Arzobispo, cuyos socios cuentan con unas 2.000 hectáreas.
Según el último informe de la Comunidad Valenciana sobre el sector vitivinícola publicado en octubre del año pasado, la tendencia del viñedo es decreciente, como ocurre en la mayoría de zonas de la mitad sur de España. Sólo en la provincia de Valencia se han pasado de 71.000 hectáreas cultivadas en 1990 a 57.280 en 2000 y 45.700 en la actualidad. En la misma línea, la producción de vino ha caído de casi 2,5 millones de hectolitros en 1990 a poco menos de 1,8 millones en 2022.
En este periodo, la Comunidad Valenciana ha pasado de representar el 7% de todo el vino producido en España al 5,5% actual. En exportaciones, es la segunda comunidad en volumen y la tercera en valor, pero con un precio medio muy bajo, 0,80 euros el litro, sólo por encima de Castilla-La Mancha y Extremadura, lo que deja entrever el peso que tiene el granel en la balanza exterior. . En un contexto internacional de consumo a la baja, el sector parece destinado a seguir contrayéndose.
Salvador Manjón, presidente de la DO Valencia, cree que a muchos viticultores no les saldrá rentable recuperar algunos viñedos, sobre todo si los precios pagados por la uva fueron bajos. Calvet es de la misma opinión, sobre todo en el caso de agricultores de cierta edad que no tienen relevo generacional. “Vamos a tener que hacer un cambio de chip”, apunta.
Los costes de reconstrucción pueden ser muy elevados, también para el viñedo. Sarrión calcula que en los viñedos más afectados, los trabajos de limpieza del terreno y replantación podrían superar el valor de la propia parcela.
Mientras tanto, el mercado local ha sufrido un importante bloqueo con la contracción de las ventas en la ciudad de Valencia, a lo que hay que sumar la pérdida de mercancías por parte de distribuidoras que tenían naves ubicadas en polígonos industriales y zonas comerciales que quedaron inundadas.
Brindar esta Navidad con vinos de la región puede ser una buena forma de ayudar. Y también una oportunidad para conocer los estilos más representativos de las zonas afectadas y quizás añadirlos a la lista de favoritos.
Tres propuestas navideñas en clave valenciana
Burbujas
Pago de Tharsys Cerámica Gran Reserva
2018 Brut Nature, Espumoso, DO Cava. Pago de Tharsis. 100% chardonnay. 12%vol. 22euros.
Botella inconfundible por la etiqueta cerámica colgante firmada por la familia García, impulsores de la elaboración de vinos espumosos en Requena y su incorporación a la DO Cava. El vino refleja la tensión (aquí con un toque cítrico) que ofrecen los chardonnays cultivados en la meseta levantina entre 600 y 900 metros, lejos de la influencia del mar y con un clima continental de gran amplitud térmica. La crianza prolongada sobre lías aporta la complejidad de los tostados y aporta cremosidad a la burbuja.
Rojo
Finca Terrerazo
2022 Tinto, Vino Pago Finca Terrerazo. Bodegas Mustiguillo. 100% Bobal. 14%vol. 28euros.
El primer vino de pago de la Comunidad Valenciana y referente indiscutible en el trabajo con la variedad Bobal, tanto en viñedo, en la búsqueda de uvas de mayor calidad, como en bodega, donde ha evolucionado hacia un estilo más expresivo y con menos peso. de la madera que mejor refleja la profundidad de las viñas viejas plantadas en 1945 y 1970. La añada 2022 es una combinación ganadora de fuerza y frescura. Un tinto firme, serio y vibrante, con notas de fruta negra y matorral. La llamada del nuevo Mediterráneo.
Vermut
Reserva Valsangiacomo
Vermut. Bodega Valsangiacomo. 15%vol. 19euros
La receta es la del vermut Vittore que la familia Valsangiacomo elabora desde 1904 y que rinde homenaje al fundador del negocio vitivinícola, de origen suizo, pero en versión Reserva; es decir, envejecer parte de la mezcla en roble americano durante tres años. Se basa en vinos base de chardonnay, semillón blanco y en ocasiones macabeo, mezclados con 24 botánicos. Notas herbáceas frescas que aportan un contrapunto a los toques de especias dulces. En boca es aromático y envolvente, con un dulzor que no resulta pesado.