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Una adolescente se suicida en Asturias tras sufrir acoso escolar: se activó el protocolo, pero no protegió a Ainara | Educación

Una adolescente se suicida en Asturias tras sufrir acoso escolar: se activó el protocolo, pero no protegió a Ainara | Educación

Ainara se quitó la vida a mediados de octubre, poco después de cumplir 16 años. Su calvario psicológico comenzó, sin embargo, dos años antes, cuando tenía 14, con unos hechos que el Juzgado de Menores de Oviedo que analizó el caso tipificó como sentencia un delito de acoso personal. y otro delito continuado de amenazas. En la tragedia de Ainara coinciden otros elementos que azotan a los adolescentes: el bullying y la insuficiente protección que la administración educativa ofrece a sus víctimas, el efecto tóxico de las redes sociales y los escasos recursos públicos de salud mental. El caso es delicado porque no sólo era menor de edad. También lo es el chico que fue condenado por acosarla -le dieron seis meses de tareas socioeducativas para mejorar su autocontrol y sus habilidades sociales, y le prohibieron acercarse a Ainara durante dos años-, y también lo son el resto de compañeros.

En este texto, según su madre, la víctima es identificada como Ainara, aunque en realidad su nombre no era ese, y se omite el nombre del instituto público donde ocurrieron los hechos. La reconstrucción se basa en el testimonio de la madre -que pide ser identificada por sus iniciales, SM-, en el expediente de acoso que abrió el centro, y, sobre todo, en la sentencia del Juzgado de Menores de Oviedo, que se mostró conforme , lo que significa que el imputado reconoció al inicio del juicio los delitos que se le imputaban.

En octubre de 2022, apenas cumpliendo 14 años, Ainara empezó a salir con un compañero de clase. Fue una relación corta, no duró tres semanas. Y Ainara decidió dejarlo, entre otros motivos, porque no le gustaban los vídeos que le enviaba quemando cosas en su casa. Pero el niño no lo aceptó. Durante los meses siguientes se dedicó a enviarle mensajes por WhatsApp (hasta que ella lo bloqueó) y por Instagram, siguiéndola en ocasiones después del colegio, aunque ella le pedía que no, felicitándola en clase (él le decía: princesa, cariño, amor), e insistiendo en que volviera con él, a lo que Ainara se negó una y otra vez.

Insomnio

Hacia febrero de 2023, recuerda su madre, empezó a decir que le dolía la barriga. Le costaba conciliar el sueño y levantarse por la mañana y, a veces, no iba a clase. En marzo, en uno de esos días de ausencia, ocurrió un hecho aparentemente intrascendente que acabó teniendo graves consecuencias. La profesora de Valores Cívicos y Éticos repartió los cuadernos de la asignatura y preguntó en el aula si alguien podía regalarle el suyo a Ainara al verlo. Ofreció el acosador. Y la maestra, creyendo que eran amigos, se lo regaló. El cuaderno contenía tareas escolares, pero también algunas cosas personales que la niña había ido anotando. En lugar de dárselo, el niño le dijo a Ainara que, si lo quería, que fuera a buscarlo a su casa, y fotografió algunas páginas.

Ainara pidió ayuda vía WhatsApp a unos conocidos, contándoles lo que estaba pasando y preguntándoles qué podía hacer. Algunos le escribieron al niño pidiéndole que dejara de molestarla. Lo que hizo, en cambio, fue enviar los datos de contacto de la víctima a otro amigo, quien a su vez creó un grupo de WhatsApp en el que, además del acosador y Ainara, incluía gente de dentro y fuera del instituto, a varias de las cuales comenzaron a acosar. ella con frases como: “ahora te vas a sentir acosada”, “sé dónde vives” y “conocemos tu cara”. También hicieron comentarios que reflejaban que conocían el contenido de su libro de Valores.

expulsado del chat

Eso sucedió un lunes. Al día siguiente, Ainara, muy afectada, no fue al colegio. El miércoles sólo vino a hacer un examen. El jueves tuvo lugar un episodio especialmente doloroso para la menor. Su acosador se presentó en el grupo de WhatsApp de clase como víctima de Ainara, acusándola de provocar que el instituto le abriera un protocolo de acoso por el incidente del cuaderno, cuando en realidad sí se abrió el protocolo por todo lo que había hecho desde la ruptura. de su relación. La clase se puso del lado del chico. Ainara fue insultada y expulsada del chat. De hecho, estaba aislada. Y se hundió.

El centro activó el protocolo de acoso, pero según la sentencia, el chico “incumplió reiteradamente”. Inicialmente, el instituto propuso cambiar las clases de Ainara, cuenta la madre, pero ella se negó y terminaron cambiándolo. “Lo pusieron en la clase de al lado y le prohibieron acercarse a mi hija. Pero él iba continuamente. Él se paraba en el dintel de la puerta y la miraba desde allí, por lo que ella tenía una crisis de ansiedad y yo tenía que ir a buscarla”.

Durante el último trimestre, Ainara apenas apareció en el colegio. Una de las pocas veces que lo hizo, en mayo, sufrió tal ataque de pánico que una ambulancia tuvo que llevársela. El Ministerio de Educación sostiene que el instituto abrió el expediente de acoso y concluyó que sí se había producido. También asegura que actualiza «constantemente» los protocolos para introducir mejoras en función de la experiencia de los centros, la última vez, este año, para agilizar los plazos. La madre critica que el protocolo no impidió que el acosador siguiera haciendo sufrir a su hija en el colegio, que sólo iba dirigido contra él, y no contra el resto de compañeros que la insultaban, y que el centro no atendió la clave cuestión que fue Ainara, la víctima, la que fue aislada por la clase. El protocolo se activó, pero no la protegió.

Pocos recursos

Desde la crisis que sufrió en mayo de 2023, Ainara ingresó cinco veces en la unidad de Psiquiatría del Hospital Universitario Central de Asturias. Al año siguiente se cambió a otro instituto público del que la madre no tiene quejas, pero no se recuperó del todo. El acosador fue condenado en enero de este año. Ainara, por su parte, acudía desde este verano a un centro público de día dirigido a niños y adolescentes con problemas de salud mental, dotado de psiquiatría, psicología, educadores sociales, terapeutas ocupacionales y enfermeras. Iba tres veces por semana, dos o tres horas al día. Un viernes por la tarde, Ainara se quitó la vida en su casa.

Su madre exige, además de una ley estatal de acoso que contemple las penas que deben conllevar, “atención psicológica inmediata a las víctimas de intimidación”. Si se tarda más, advierte, el problema puede arraigarse y ser muy complejo de abordar. SM, que está inmersa en un proceso de duelo difícil de imaginar y que confía sobre todo en la ONG asturiana Abrazos Verdes, habría llevado a Ainara a un psicólogo privado desde el principio. Pero mantuvo sola, con poco más de 900 euros, la casa donde vivía con sus dos hijas. Y en salud pública, denuncia, su hija era citada “cada cinco semanas”. En el último periodo, SM vivió “con todos los sentidos activados”, entrando al baño cuando Ainara estuvo más de cinco minutos dentro, por temor a que sucediera lo que terminó pasando. “Mantener a un niño en esas circunstancias en una institución privada cuesta 6.000 euros al mes. «¿La vida de mi hija depende de que yo pueda pagar 6.000 euros al mes?»

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