Vulvas explícitas, orgías nobiliarias, falos erectos y posiciones prohibidas: una fiesta sexual en la iglesia románica más erótica

Una orgía protagonizada por damas y nobles en diversas posturas. Una mujer con los pechos desnudos sujetando un falo. Una dama a cuatro patas dispuesta a ser penetrada por un caballero. Los capiteles de la iglesia zamorana de Santiago el Viejo demuestran que las clases nobles eran muy liberales en el sexo durante la siglo de amorPero también reflejan el intento de la Iglesia católica de aumentar su autoridad a costa de la represión sexual y de la propia nobleza. A este caballero que se disponía a copular, por ejemplo, le cortaron el pene tiempo después, vestigio de la censura eclesiástica.

“De repente, pasamos de un desbordamiento sexual en las iglesias románicas al control del matrimonio, de las posiciones sexuales o del cuerpo desnudo por parte del clero”, explica. Público Isabel Mellén, autora de El sexo en la época románica (Crítica), donde destaca que las manifestaciones artísticas de la época muestran “el comportamiento de las clases nobles para las que el sexo era su razón de ser y una práctica cotidiana”, con la reproducción como valor supremo y base de su supremacía. De ahí que la Iglesia, en su intento de ascender a la cima de la sociedad, emprendiera una cruzada contra el sexo.

Así, como contrapeso a la prodigalidad sexual de la nobleza, a partir del siglo XI se impuso al clero el celibato, virginidad El prematrimonio femenino y las posiciones menos placenteras y de orientación reproductiva, al tiempo que cuestionaban el incesto, que buscaba mantener la pureza del linaje. “Se inició así una reforma radical, rigurosa o integrista con el objetivo de alcanzar un poder político que no tenían en ese momento, conscientes de que la piedra angular de la nobleza era el ejercicio de una sexualidad desbordante, incestuosa, a través de matrimonios que suponían un negocio entre familias”, recuerda la historiadora del arte y catedrática universitaria de Filosofía.

Sorprende la paradójica profusión de iconografía erótica en los portales, capiteles y ménsulas de los templos religiosos, pero la explicación es sencilla: en aquella época no eran propiedad de la Iglesia, sino de carácter privado y secular, perteneciente a los nobles. Incluso se puso de relieve el papel de mecenazgo que fue llevada a cabo por algunas damas, responsables de la creación de obras de arte que reflejaban su “autopercepción corporal”, aunque con el tiempo también se convertirían en “las principales financiadoras de la ideología de represión sexual” de algunas órdenes religiosas.

Ocurrió cuando la Iglesia se propuso “minar los fundamentos del poder noble apoderándose y transformando para su propio beneficio uno de sus espacios de representación más exitosos: las iglesias”, escribe. Isabel Mellenquien subraya que algunas imágenes reflejan también la sexualidad femenina, la homosexualidad y la transexualidad. Ante tal fiesta del sexo, la curia no pudo destruir los templos ni su iconografía erótica por falta de dinero, lo que llevó a “reutilizar los espacios e incluir sus mensajes”, en lo que el catedrático de la Universidad de Zaragoza entiende como una falsificación de la historia.

Isabel Mellén, autora del libro 'El sexo en el románico'.
Isabel Mellén, autora del libro ‘El sexo en el románico’. Crítica

En los canecillos de la colegiata de San Pedro de Cervatos Diez siglos después, se conservan “relaciones sexuales explícitas, mujeres y hombres mostrando sus genitales, damas dando a luz, representaciones de cuerpos femeninos con serpientes, acróbatas, músicos, bebedores de barriles de vino o cerveza, mascaradas y animales domésticos”, en lo que podría interpretarse como la representación de una boda medieval. Ubicada en el municipio cántabro de Campoo de Enmedio, está considerada la catedral erótica del románico español por la profusión de esta iconografía tan explícita.

“El exceso sexual y el despliegue de placeres que se plasman en Cervatos eran seguramente impropios del obispado de Burgos, que recibió el templo y lo transformó en colegiata para expandir el poder eclesiástico por toda la comarca de Campoo”, escribe Isabel Mellén. “Quizás por ello realizaron un ritual de dedicación del edificio, una especie de exorcismo para limpiar el templo de sus usos anteriores, tras lo cual incluyeron nuevas imágenes (de carácter religioso) destinadas a reescribir el mensaje de celebración del sexo “que sobrevive en el encabezado.”

Sin embargo, la celebración de la vida es evidente, como también lo son las consecuencias del coito. “Vemos a algunas mujeres dando a luz con gesto de dolor y luciendo un tocado nupcial. Incluso una de las ventanas del ábside está presidida por la ya icónica figura de una dama con las piernas abiertas y los pies por encima de la cabeza, mostrando su vulva, junto a un capitel bastante deteriorado en el que un noble muestra su pene. Imágenes de desnudez sin pudor, repetidas por decenas de iglesias románicas repartidas por toda Europa, que subrayan la idea de la fertilidad y el matrimonio reproductivo”, explica este investigador de la Universidad de Verona. Arte románico con perspectiva de género.

Esa mujer exhibicionista con las piernas levantadas, presente también en la iglesia de San Miguel de Corullón (León) y en la de San Juan Bautista de Villanueva de la Nía (Cantabria), podría aludir a los consejos del médico Al-Razi para favorecer que el semen penetrase en el útero y, así, provocar el embarazo, tal y como recoge el Diccionario Pauperum. En ocasiones, la dama aparecía en compañía del caballero, ambos mostrando sus genitales bajo la ropa, detalle significativo porque la vestimenta indicaba que eran de clase alta, lo que rechaza la teoría católica de que la iconografía sexual Encarnaba la idea del pecado. Es el caso del matrimonio de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Añua (Álava).

En realidad, en aquellos templos la nobleza rural hacía propaganda de su linaje y expresaba, no sólo con el sexo sino también con la guerra, los usos y costumbres que la distinguían de otras clases sociales y estamentos. Una moral, unos valores y un estilo de vida aristocrático que se reflejaban, junto a los roles de género y de clase, en una imaginería secular “mucho menos intelectualizada que la que apreciamos en los programas iconográficos reales o eclesiásticos”. En definitiva, “la práctica habitual del sexo (y su representación) contribuyó a forjar una identidad de clase“, escribe el historiador del arte.

Isabel Mellén considera que la sexualidad femenina se ha convertido en un tabú en los últimos tiempos porque “se ha censurado nuestra mirada”. Por otro lado, “el arte románico está lleno de penes y vulvas por una cuestión de prestigio, hasta el punto de que la Dama de los cervatillos Utiliza la exposición genital como una exhibición de poder. Si el cuerpo femenino es depositario del prestigio y del poder político, porque son ellas las que dan a luz a la descendencia, ¿cómo no van a exponer sus cuerpos y sus vulvas?”, se pregunta el autor de El sexo en la época románica.

Lo que siguió es bien conocido y ha llegado hasta nuestros días. “El prestigio que el sexo había dado a las damas medievales, el orgullo con el que exhibían sus genitales, sus nacimientos, sus coitos, se convirtió en vergüenza y maldad intrínseca”, escribe Isabel Mellén, que recuerda que no sólo las mujeres fueron tachadas de lujuriosas. “Algunas representaciones de hombres fueron transformadas en mujeres por los expertos para respetar la sagrada heteronormatividad, y lesbianas, bisexuales, transexuales y hombres homosexuales pasaron a la clandestinidad, al pecado, al crimen y a la historia”.