Casi dos años y medio después de su llegada, Raphinha empieza a brillar en el Barça. Su explosión en el arranque no solo ha llegado al área. En el vestuario, su influencia y su capitanía son cada vez mayores. Con los tres líderes que quedan lesionados -Ter Stegen, Araujo y De Jong-, Rafael Dias Belloli se ha convertido en un gigante. Marca goles al mismo ritmo que lleva el brazalete, arenga y defiende a los jóvenes y proclama a los cuatro vientos un espíritu barcelonista que viene de Ronaldinho. Maninho, padre de Raphinha y músico a partes iguales, se hizo amigo de Ronie en el club Bikini, cuna de muchas noches de juerga y bastión de Samba Tri, banda en la que el Gaucho apareció tocando los bongos una noche. El número 11 del Barça conoció a la leyenda y allí se fraguó el sueño.
Raphinha costó alrededor de 70 millones, entre fijos y variables. Si el precio se mide por el nivel de desequilibrio que presenta, por sus datos extremos o por su capacidad de uno contra uno, la inversión me parece cara. No creo que, a estas alturas, se pueda discutir sobre eso. Como tantas otras veces, la clave es reinventarse. Raphinha, primero guiado por Xavi y ahora consolidado por Hansi Flick, lo ha hecho y hay que aplaudirlo.
Por dentro, alejado de las bandas, sin el deber de encarar ni tomar decisiones en espacios reducidos y vestido de un papel secundario en el juego interior, anestesió sus limitaciones y potenció sus virtudes.:ritmo infernal en la presión, solidaridad defensiva inagotable, rupturas interminables, llegadas, centros y remates. El contexto es determinante y, muchas veces, se puede ser decisivo sin necesidad de ser excelente. Entenderlo y, por supuesto, interpretarlo bien es un mérito incuestionable. Debo darle crédito al cuarto capitán.