En lo alto de Revigliasco, la colina que domina Turín, entre villas señoriales y recuerdos de una época dorada, la dinastía Agnelli afronta su momento más crítico. John Elkann, nieto de Gianni Agnelli y presidente de Stellantis, el grupo nacido de la fusión entre Fiat-Chrysler y Peugeot, el cuarto productor de automóviles del mundo, elogiado por Pedro Sánchez por las inversiones en baterías en España, atraviesa días difíciles en Italia.
Los escándalos familiares han llegado a los tribunales y en las fábricas la situación es aún peor. El mundo político critica a la familia que durante años encarnó una especie de monarquía laica. El tabú se ha roto. La derecha nunca ha tenido simpatía por la dinastía Agnelli y mucho menos por la rama Elkann, considerada demasiado cosmopolita (John nació en Nueva York en 1976 y se educó en Europa y Estados Unidos). La izquierda tampoco guarda silencio ante el colapso de los últimos meses. La producción de Stellantis en Italia se ha desplomado; Este año, los automóviles fabricados en el país no llegarán a 500.000.
El heredero del clan Agnelli ha preferido invertir en baterías en España antes que en Italia
Las plantas se ven obligadas a interrumpir frecuentemente la producción y las inversiones se reducen gradualmente. Esta vez parece difícil que la respuesta a la crisis llegue con ayudas públicas, porque, según la agencia Ageei, el imperio Fiat ha recibido 220.000 millones de euros de financiación estatal en los últimos 50 años.
En un movimiento inesperado, el 1 de diciembre, Elkann decidió cambiar de rumbo, despidiendo al director general, el portugués Carlos Tavares, un arquitecto de estrategias empresariales que a menudo ha mantenido un tenso diálogo con la política.
Después de años de discreción y perfil bajo, John Elkann ahora busca establecer relaciones personales con los líderes de los numerosos países donde opera Stellantis: Pedro Sánchez, Lula da Silva, Emmanuel Macron (quien invitó a Elkann a la inauguración de Notre Dame en París) . Esta nueva etapa de diálogo político incluye también un primer acercamiento al entorno de Donald Trump, con quien el presidente de Stellantis habría mantenido contactos informales durante una visita a Detroit.
El mundo ha cambiado desde los tiempos de su abuelo Gianni y es cierto que Italia no puede ser la prioridad. Pero tampoco puede descuidar el país donde nació el antiguo imperio, porque Elkann reivindica el vínculo con Fiat, emblema de Turín. En la villa de la antigua capital del Reino de Italia, el sucesor de Agnelli vive con su esposa, Lavinia Borromeo, y sus dos hijos, Leone y Oceano, que estudian en un colegio salesiano. La residencia de Elkann no está lejos de Villa Frescot, la mansión histórica de sus abuelos, puesta a la venta por su madre Margherita. Y el empresario también busca acercarse a la Juventus, el club familiar.
Elkann necesita reconstruir puentes con la política italiana. La primera muestra fue un llamado para informar a la primera ministra Giorgia Meloni y al presidente de la República, Sergio Mattarella, sobre la destitución de Tavares. Un gesto que refleja una sensibilidad que quizás había faltado en los últimos años. Hasta ahora, el líder de Stellantis nunca había mostrado mucha atención hacia el actual Gobierno italiano. En sus viajes a Roma, las paradas obligadas fueron el Quirinal, sede de la presidencia de la República, y quizás el Vaticano (al menos tres visitas en los últimos tres años), pero no el Palacio Chigi, para reunirse con Meloni.
Los problemas no vienen sólo del frente empresarial, sino también del judicial, centrado en la herencia de Gianni Agnelli y su esposa, Marella Caracciolo. La fiscalía de Turín investiga si, para evitar pagar impuestos en Italia, la residencia fiscal de la viuda de Gianni fue declarada incorrectamente en Suiza. Los jueces han cuantificado la evasión en el IRPF en 42,8 millones de euros y otros 32 millones por el impuesto de sucesiones y donaciones de un total de 800 millones. Los delitos investigados son defraudación y defraudación fiscal, y a los tres hermanos se les han incautado 4,8 millones de euros. También parece necesaria una nueva estrategia en los tribunales.